Por Karini Apodaca
¡Y ahí voy yo de nalgas prontas!
Él me dijo: “quiero darte paz, tranquilidad, lo que te ha faltado es un hombre de tu calibre.”
Y yo sin pensarlo dos veces caí redondita, nadie había hecho nada por mi antes. “Me espera una vida nueva”, creí, la muy ingenua.
Me hablaste de los “terrenos ganga” que te vendía tu compadre Diego, ¡fui tan feliz pensando en nuestro futuro tranquilo!
Diego nos ha llevado a la mierda, con su gran negocio nos hundió sin un mínimo de culpa, apuñalo la espalda de su compadre y terminó con nuestro gran proyecto de futuro.
“No compadre, ya verá qué ganga le estoy vendiendo.”
Si. ¡Qué ganga! Unos meses de furor por años de trabajo y sacrificio, todos los sueños de una vida tranquila se diluyeron en el río que atravesaba el “terreno ganga éxito”.
Mientras miro de soslayo al sujeto que se asea en el baño, fumo acostada en la cama. ¡Qué ganga!, vuelvo a recordar. Maldita palabra.
¡Ganga mi vida!, que ahora por un puñado de “billetes comida”, sobrevivo esperando que cliente tras cliente por un cachito de orgasmo me den lo que tú un día me prometiste: tranquilidad.
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