julio 13, 2010


Fetiches Sexuales

Los trasvestis heterosexuales: una minoría

Por Víctor M. Velasco M.

Los travestis heterosexuales son hombres cuya existencia es desconocida por la mayoría de la población, incluso negada, ya que generalmente el travestismo se asocia con la homosexualidad y se piensa que no hay un hombre al que le guste vestir como mujer y que, al mismo tiempo, mantenga su atracción erótica y afectiva por las mujeres. Por ello estos hombres, que en su mayoría descubrieron esta afición cuando tenían entre 5 y 10 años de edad, se sienten solos y muchas veces culpables. Sus historias son parecidas y, al mismo tiempo, diversas. Uno de ellos lo descubrió cuando se puso las zapatillas de su mamá, otro cuando se puso las pantaletas de su hermana y uno más cuando, jugando, su novia o esposa le hizo ponerse sus prendas.

Al principio, cuando eran niños, descubrieron que les resultaba excitante usar la ropa de alguna familiar. Sin embargo, ya habían introyectado los roles sociales lo suficiente para darse cuenta que era algo que debían callar, pues la familia, especialmente los varones, no lo aprobarían. Aunque algunos de ellos eran vestidos por mamá, las primas o las hermanas, y por lo tanto se les festejaba.

Al llegar a la pubertad se sintieron muy confundidos, porque el entorno social les había enseñado que quienes se visten de mujer lo hacen para atraer a hombres y porque desean ser amados por ellos. Sin embargo, en su caso no era así, porque además de lo excitante que les resultaba el uso de ropa femenina, sexualmente les gratificaban las mujeres y no se sentían atraídos por los hombres. Se encontraron así sin un marco de referencia o un grupo social en el cual incrustarse en función de su afición.

Debido a la introyección de los valores sociales que denigran lo femenino y lo que socialmente se identifique como afeminado, la mayoría se sintió muy mal por tener este gusto y empezó a vivir en lo que uno de ellos llamó “un círculo neurótico”, en el cual robaban o compraban ropa femenina y luego de ponérsela y masturbarse, se la arrancaban de inmediato para guardarla o quemarla, jurando no volver a repetir la situación, hasta que la ansiedad por hacerlo de nuevo se imponía y volvían a hacerlo. Algunos psicoterapeutas a los que consultaron contribuyeron a su infelicidad al asegurarles que su comportamiento era una “enfermedad” que debería y podría ser erradicada, y que lo sería si ellos ponían “suficiente fuerza de voluntad”. Los que iniciaron tratamientos al respecto sólo pudieron terminar decepcionados de la terapia y de sí mismos, ya que no pudieron lograr la desaparición de esta expresión, pese a sus esfuerzos y gastos de tiempo y dinero.

Después de la culpa, llegó para ellos el momento de aceptar que su impulso era muy poderoso y que sería imposible desterrarlo, por lo que decidieron aceptarlo como parte de sí mismos. Alguno optó por salir travestido a la calle durante la madrugada, otro salió a la calle en la seguridad de su auto, manejando, mientras usaba zapatillas y vestido, uno más alquilaba un cuarto de hotel y allí se travestia. Finalmente, algunos de ellos pudieron enterarse de la existencia de un grupo creado para apoyarles en el reconocimiento de su travestismo y llegaron así a CRISÁLIDA, grupo que el autor de estas líneas coordina y que fue concebido, no para curar lo que no es una enfermedad, sino para dignificar una expresión humana desconocida por el gran público y por muchos profesionales de la conducta.

En la experiencia de casi dos años de trabajar con este grupo se basa este artículo que hoy comparto con mis colegas, esperando contribuir a la mejor atención de esta minoría sexual.

Algunas Definciones Básicas
El travestismo suele confundirse con la homosexualidad o con la transexualidad. Sin embargo, cada una de estas expresiones de la sexualidad es diferente. Para clarificarlo veamos cómo se define cada una de ellas: Al hablar de homosexualidad, lo mismo que de heterosexualidad o bisexualidad, nos referimos a orientaciones sexuales, es decir a la inclinación que tenemos por compartir nuestra expresión sexual con miembros de nuestro mismo sexo, del otro, o de ambos. El sexo es el conjunto de diferencias biológicas que hacen a un individuo macho o hembra de una especie. Sin embargo, en el caso de nuestra sociedad, se construyen a partir de estas diferencias una serie de valores y se indican comportamientos diferenciados para machos y hembras y esto es lo que va conformando los géneros masculino y femenino, que generalmente se usan indistintamente con la noción de sexo. Cuando nos referimos en este texto a género, lo hacemos para referirnos a las características construidas socialmente, aunque sea sobre una innegable base biológica.

El travestismo es el gusto por usar prendas, manerismos, expresiones, accesorios, adornos, lenguaje e incluso comportamientos característicos del otro género, en la cultura de la propia persona. Pertenece a las ahora llamadas Expresiones Comportamentales de la Sexualidad (E.C.S.), que antes eran conocidas como aberraciones o desviaciones sexuales y consideradas sólo propias de algunos sujetos. Ahora sabemos que las E.C.S., en sus diversas formas, están presentes en todo ser humano tanto a niveles eróticos, como a niveles no eróticos (Alvarez Gayou, 1986; pág.50).

Para algunos autores, como Carrera, el travestismo es una forma de fetichismo, es decir, es la fijación en un objeto o en una parte del cuerpo y necesidad compulsiva de usar ese objeto o esa parte para obtener satisfacción sexual (Carrera, 1982, pág. 436)

La Transexualidad, es una condición en la cual la persona tiene la sensación interna de pertenecer a un sexo distinto al que biológicamente presenta. Se considera Transexualidad Primaria cuando el individuo reporta esta sensación desde su infancia y Transexualidad Secundaria cuando la persona reporta esta percepción solamente después de pasar por períodos de travestismo. De acuerdo con el manual de diagnostico de enfermedades mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), se considera que una persona es transexual cuando presenta, después de la pubertad, una inconformidad persistente con sus órganos sexuales, sensación de no pertenecer al sexo que se le ha asignado y el tratar persistentemente, al menos por dos años, de modificar sus caracteres sexuales secundarios o primarios para adquirir las características del otro sexo. (González Méndez, 1994; pág.148)

El Transgenerismo es un concepto que tiene dos significados. Por un lado, designa aquella condición en que la persona gusta de travestirse de manera permanente, al mismo tiempo que reitera su identificación con su sexo biológico. Es decir, vive como si fuera del otro género, pero sin renunciar al papel de género que le correspondería socialmente en razón de su sexo biológico. Por ejemplo un chico llamado Adrián, que permanece travestido todo el día, al tiempo que exige ser tratado con su nombre masculino.

También hablamos de Transgenerismo como la subversión de los estereotipos de género que imperan en la sociedad, y entonces se habla de transgénero como un gran concepto que abarca a quienes se transvisten, a quienes no están identificados con su sexo biológico y, en general, a todo aquel que rechace el género que se le ha asignado socialmente en función de su sexo biológico.

Es importante señalar que estas categorías pueden encontrarse entremezcladas en una misma persona, de manera que hay travestis heterosexuales y travestis homosexuales, lo mismo que transexuales heterosexuales y transexuales homosexuales.

Fenomenología del Travestismo
Para conocer las situaciones reales con las que puede encontrarse el terapeuta que recibe a una persona que consulta por los problemas que le causa su travestismo, presentaremos algunos de los elementos que comparten la mayoría de los hombres travestis heterosexuales, aunque al mismo tiempocada uno de ellos lo vive de manera diferente. Conoceremos algunos aspectos teóricos, que son confirmados por la vivencia de quienes participan en el grupo “Crisálida”. En el grupo han participado en dos años unas 30 personas y, además, hemos recibido cartas de un total de 50 interesados. Sin embargo, los datos que daremos se basan en un grupo de 12 de ellos, que son los más asiduos participantes. No busco dar una visión total del travestismo heterosexual en México, sino ilustrar el trabajo de un grupo, y el enfoque y las técnicas que he utilizado para trabajar con ellos.

Las causas del travestismo
Respecto al por qué alguien llega a ser travesti, pregunta tan válida como aquella de por qué alguien llega a ser una buena cocinera, existen diversas teorías. Una de ellas indica que se debe a la introyección inadecuada de los roles masculino y femenino. Otras aseguran que se debe a una falta de hormonas masculinas en un momento crucial de la masculinización cerebral. No tenemos comprobación de ninguna de estas teorías. Entre las explicaciones de tipo sociológico, está la que aduce una falta de introyección adecuada de roles, probablemente explicada por el hecho de que: “la mayoría de nosotros, que llegamos a ser travestis o transexuales, somos producto de una familia con padre ausente o, en el mejor de los casos, distante. Estábamos mucho más emocionalmente ligados a nuestras madres o a alguna otra autoridad femenina que permaneció a través de nuestras vidas... somos, en un porcentaje desproporcionado, hijos únicos o primeros hijos”.(Edwards, 1997 s/p).

Sin embargo, esta correlación no ha podido demostrarse como causal, ni como presente en todos los casos. Otra situación “traumática” que se supone explicaría el origen del travestismo, es que un niño hubiese sido forzado a travestirse. Sin embargo, se conocen casos, como el del general norteamericano Patton, que fue travestido por su madre en la infancia, sin aficionarse a ello; mientras que en “Crisálida”, de una muestra de 26 entrevistados, sólo 3 vivieron la experiencia, y “Gina” refiere que a quien vestían de niña era a su hermano; sin embargo, ese hermano un día rompió la ropa que le ponían, luego, quien es hoy Gina, buscó un abrigo de su prima y se lo puso, descubriendo una gran excitación emocional con ello. Ésta tampoco es una explicación suficiente.

Sin embargo, merece destacarse el hecho de que, en la primera ocasión en que ocurrió el travestismo, produjo una gran excitación emocional, incluso sexual, y que se vive como una necesidad en momentos de ansiedad. Ello podría indicar una asociación en la cual, el travestismo sirve como una válvula de escape de una gran tensión, quizá asociado con la idea de que siendo mujer la vida es más fácil de vivir; que cumpliendo los estereotipos masculino o femenino al mismo tiempo se es más fácilmente aceptado, con menos exigencias. De hecho, el travesti representa sólo a mujeres en papeles sociales muy estereotipados.

El continuo Travesti
Los varones travestis heterosexuales pueden ubicarse a lo largo de un continuo que iniciaría con el fetichismo por ciertas prendas femeninas, hasta posiblemente llegar a ser transexuales secundarios, aunque la mayoría no llega a ese último punto. También, algunos llegan a un punto en el que salen enteramente y no pueden ser ya considerados travestis. Generalmente esto ocurre alrededor de la edad madura y en el momento en que el travestismo deja de ser para ellos un estímulo emocional o erótico. Esta salida del travestismo es espontánea, no es el resultado de terapia médica o psicológica y aún no sabemos en qué porcentaje puede ocurrir.

En “Crisálida”, un 75 por ciento inició el proceso de travestirse antes de los 10 años. Sólo un integrante lo inició a los 32 años. Esto no es raro, pues diversos estudios confirman que “Muchos travestis y transexuales pueden claramente recordar alguna forma de "cambio de ropa” antes de los 10 años y aun antes”.(Edwards, op.cit). En el momento actual, quienes integran el grupo han pasado ya por fases de crisis y aceptación que se manifiestan en la necesidad de encontrar a sus iguales para compartir experiencias y consejos. Otros participantes van un poco más allá, y reconocen y buscan satisfacer su deseo de ser vistos en público y unos pocos, incluso, buscan hacer labores de información a la comunidad sobre el travestismo, lo que les convierte en activistas travestis.

Este proceso puede ser presentado de manera esquemática de la siguiente forma, insistiendo en que no todos siguen el mismo ritmo, ni de manera lineal y que, para algunos, la carrera puede interrumpirse en cualquier punto.

Etapa 1. Transexualismo Infantil
Según Edwards, muchos niños que llegaron a ser travestis creían que se iban a volver niñas. Él dice: “El primer trauma que recuerdo, es cuando me dijeron que jamás llegaría a ser una chica. La revelación ocurrió cuando me descubrieron mientras me ponía un par de medias de mi madre”. Muchos hombres transgeneristas, incluyendo aquellos que llegarían a ser travestistas heterosexuales, fueron transexuales o transgeneristas en su infancia temprana (Edwards, 1977). En esta etapa no se buscaba la excitación sexual, sólo el gusto por vestirse como niña. En “Crisálida”, un 40 por ciento reporta haberse sentido niña y el 60 por ciento restante no vivió esa sensación. En esta primera etapa no aparece una excitación erótica, sólo una sensación de relajamiento luego de la excitación de hacerlo.

Etapa 2. Travestismo Fetichista
En la mente del niño, cuando él se ponía medias de su madre o sus pantaletas, se convertía en una niña. La textura y diseño de la ropa femenina, tan alejado de lo masculino que debía usar cotidianamente, le apoyaba esta fantasía. El travestirse se convirtió en la cosa más excitante que había hecho y entonces aprendió que éste es un recurso para sentir placer y gratificación. Lo que no sabemos es por qué éste fue el recurso y no otro.

Este período se extiende por varios años, quizá hasta la adultez joven. Es alrededor de la pubertad cuando los niños que llegaron a ser varones heterosexuales, incluso los que creían ser niñas, se identificarán con su cuerpo y reconocerán las gratificaciones que su pertenencia al género masculino les puede deparar.

Es muy probable que en esta etapa un niño o un adolescente sean sorprendidos al travestirse y sean llevados a psicoterapia, con la esperanza de que ese comportamiento sea erradicado. Es muy importante que el terapeuta haya trabajado con su propia sexualidad y sus valores a fin de que, sin homofobia, pueda orientar adecuadamente tanto a los padres como al joven, logrando aclarar dudas y temores al mismo tiempo que evita crear expectativas falsas sobre una erradicación de esta conducta. (Velasco, 1997; pág. 53)

Dado que tal erradicación es, hasta donde la literatura reporta, imposible, es necesario ser honestos y trabajar apoyando terapéuticamente un proceso de desculpabilización y aceptación personal y familiar de esta expresión, así como en la responsabilización del joven y en el incremento de su capacidad de negociar los espacios en los que puede llevar a cabo su afición, sin riesgo para él y sin buscar acarrear consecuencias negativas para sus parejas, aunque haciéndose cargo de las dificultades que ellas pueden tener para aceptar esta faceta de ellos y la necesidad de que se plantee honestamente desde el principio.

Debo señalar que es tan posible que un joven sorprendido travistiéndose sea heterosexual, como que sea homosexual o transexual. Obviamente habrá algunas variantes, pero la actitud terapéutica básica debe ser la misma. Para algunos hombres, es suficiente llegar a esta etapa en que utilizan algunas prendas, se excitan y masturban, y después de masturbarse, dejan la ropa a un lado, incluso, en ocasiones, con mucha culpa. Sin embargo, otros avanzan al siguiente punto del contínuo.

Etapa 3. “Fetichismo De Mujer Completa”
Cuando al muchacho o adulto joven no le basta ya ponerse sólo unas prendas, sino que necesita vestirse totalmente como mujer, ha llegado a esta fase. Hablamos de aquellos que sólo buscan vestirse completamente pero no se interesan en cambios de sexo o de género. Esta fase presupone que el joven cuente con la oportunidad para hacerlo. Por ello, es probable que surja cuando ya trabaja y puede comprarse su ropa, además de vivir solo o tener su propio cuarto o poder alquilar un cuarto de hotel. Si ya se ha casado, puede hacerlo cuando su esposa sale de fin de semana y teniendo la ropa escondida en la caja de herramientas.

Es muy probable que gaste mucho en comprar ropa femenina que, luego de ponérsela un rato y masturbarse con ella, se arrancará violentamente y la tirará a la basura o la quemará, mientras que jura por enésima vez que esa fue la última vez que lo hizo y que abandonará su costumbre.

Después de un tiempo, vuelve a aparecer el deseo de hacerlo, que resiste un tiempo, hasta que "sucumbe a él", compra ropa, la disfruta, se la quita, la quema, se enoja consigo mismo , jura que no lo hará más y... vuelve a repetirlo.

Este es otro momento en que muchos tocarán a las puertas de un consultorio, llevados por el desconcierto y la culpa, y buscando ser "curados" de su "vicio". Será responsabilidad del terapeuta explicar la situación y acompañar en el proceso de autoaceptación, evitando incrementar sensaciones de culpa y fracaso en su consultante. El tema a trabajar será la ansiedad que les genera su afición y que puede provocar problemas de comportamiento y de saludmental.

Etapa 4. La “Resignación” y Necesidad de Autoaceptación
Cuando la actividad travestista se va incrementando y es evidente que no puede controlarse voluntariamente, se origina en el practicante la sensación de que ya no puede luchar contra ella y que debe aceptarse y entenderse a sí mismo, además de que empieza a buscar la aceptación de otros.

Eso implica al mismo tiempo el reconocimiento de que es distinto de otros hombres y la posibilidad de que pudiera salir a la calle y mostrarse ante otros.

Las nuevas necesidades de su proceso requieren de nuevos niveles de aceptación y entendimiento por parte de su familia y su entorno, que pueden resultar tan “desproporcionados” para quienes les rodean que, incluso, ponen en peligro sus relaciones de pareja y familiares si sienten que su esposa no los apoya suficientemente. En este sentido, la experiencia de “Scarlett” es muy reveladora, cuando dice: “La relación con mi esposa es buena, salvo en lo relativo a mi travestismo, porque a veces lo entiende y a veces no”.

La necesidad de aceptación y entendimiento de esta etapa lleva a los travestis a buscar grupos de iguales, ya sea directamente, por revistas y aun internet o buscando bares de travestis, según sus posibilidades de acceso a la información y la existencia de dichos grupos. De allí la importancia de la existencia de grupos y lugares seguros. Esta es también una etapa de búsqueda ansiosa de información que puede llevar a comprar cualquier revista o contestar cualquier anuncio con sólo detectar la palabra travesti.

Es muy importante, terapéuticamente, fomentar la empatía con las esposas y plantear el derecho que ellas tienen de tomar decisiones de compartir o no su vida con alguien que les ha ocultado un secreto, cuando así ha sido. Debe también entenderse el peso que se les obliga a cargar a ellas, llevando un “secreto de familia” que no pueden compartir ni con sus hijos. La consejería de pareja puede resultar fundamental en este momento.

Evidentemente, los hombres que llegan a “Crisálida”, lo hacen en este período. Por ello, llegan ansiosos de conocer la historia de los otros para compararla con la suya, establecer similitudes y sentirse reintegrados a la humanidad. Por ello son actitudes fundamentales la hospitalidad con los recién llegados y el “bautizo” con un nombre femenino, cuando no lo tenían, o bien la revelación de eso que ellos han buscado para afirmar su identidad, como travestis y como parte de un grupo humano específico.

Etapa 5. Revelación e Integración
Al perder el miedo a ser descubiertos y lograr la aceptación de sí mismos, es más fácil revelar a otros su condición. Por ejemplo,en “Crisálida”, cerca de un año después de llegar al grupo, “Gina” reveló a su familia su travestismo y logró el respeto y la aceptación de sí mismo. Ahora él y otros miembros del grupo pueden asumir que tienen dos facetas que se complementan. Además, “Scarlett” lo ha revelado ya en su empleo, aunque ésta es una medida que sólo cada persona puede decidir y que no se puede imponer a nadie, por sus repercusiones.

Gracias a los movimientos de liberación femenina y gay, hoy se habla abiertamente, al menos en las ciudades, de este tema; y aun los niños travestis pueden saber que existen otros hombres que comparten su afición.

En “Crisálida”, “Bianca”, a sus 18 años, está en esta etapa, mientras que “Gina” dice: “durante 44 años no había conocido a ningún otro travesti”. El hecho de que hoy, a menor edad alguien pueda encontrar a sus iguales, abre enormes posibilidades para su desarrollo humano. También las películas, programas de televisión y de radio han contribuido a esta posibilidad.

Éste es otro momento peligroso para las relaciones maritales, pues el hombre puede entusiasmarse demasiado y su esposa sentir que pierde al varón con el que se casó, o no aguantar la presión emocional que le genera el saber que él desea salir travestido a la calle, donde puede detenerlo la policía o ser agredido y exponerse al escándalo y que se enteren los hijos.

Además, dado que algunos hombres podrían avanzar hacia la etapa de travestismo de tiempo completo, ellas podrían sentir que la virilidad de su pareja disminuye y eso afecta la relación.

Podemos señalar que en una reunión de esposas de travestis, encontramos que muchas de ellas hablaron de haberse sentido traicionadas debido a que ellos les revelaron esta faceta después del matrimonio, en circunstancias que no les permitían a ellas oponerse o separarse. Además, señalaron que aceptan el travestismo de sus parejas, pero que es algo que no las complace y prefieren mantenerlo lejos de ellas lo más posible. De allí que el grupo les haya significado un alivio, pues no tienen así que ver algo que no les agrada.

Etapa 6:Trasvestismo de Tiempo Completo
Esta es una etapa a la cual arriban algunos hombres travestis después de la edad madura, en la que consideran que vivir como si fuera mujer durante todo el día sería mas satisfactorio que hacerlo solo durante períodos cortos de tiempo. Esto puede conllevar a la necesidad del retiro laboral o del autoempleo a fin de poder realizar una labor productiva en la cual pueda estar siempre como mujer, sin perder estabilidad laboral. La sexualidad puede ser más que heterosexual, “asexual”.

Etapa 7:Transexualismo Secundario
Como ya he señalado, en una edad ya avanzada algunos hombres dejan el travestismo de una manera “espontánea”. Sin embargo, unos pocos pasan a un momento en el cual llegan a concluir que, en realidad, eran mujeres y señalan que el travestismo es una fase que termina cuando se declaran transexuales preoperados. Desde la teoría se les define como transexuales secundarios. Al respecto, Edwards deja la interrogante: Si el travesti, de niño se sintió niña, ¿regresa, al llegar a esta fase, a sus orígenes? Aquí también, “Crisálida” es muy joven para tener experiencia que permita una respuesta. Para finalizar, consideremos algunas de las bases que pueden permitirnos orientar más eficaz y de manera más humanista a nuestros consultantes.

El Tratamiento Terapéutico del Travestismo
Asumo que el travestismo no es un problema en sí mismo. Lo que lo convierte en tema de la psicoterapia son las dificultades del hombre travesti para enfrentar un ambiente social hostil a esta expresión humana. Hostilidad que se explica, ya que la sola existencia del travestismo cuestiona los valores machistas en los que se ha sustentado mucha de nuestra cultura, puesto que muestra que hay hombres a los cuales las exigencias sociales les son desagradables y deja entrever la posibilidad de que algunos quisieran renunciar a cumplirlas o quisieran cambiarlas.

Además de esta postura básica, que fundamento más adelante, lo que guía mi trabajo es el hecho de que está demostrada la ineficacia de las terapias hasta ahora utilizadas para erradicar esta afición en quienes la practican y que inculyen técnicas aversivas, psicoanálisis, descargas eléctricas y aun tranquilizantes.

¿Enfermos o Minoría Sexual?
A continuación hago una breve exposición de los fundamentos sociológicos de la forma de trabajo que utilizo y que me permiten no caer en la idea de que al travesti hay que “curarlo”. Separo este material del cuerpo central del artículo para evitar confusiones y para enfatizar que, aunque no pertenece al cuerpo teórico que recibimos la mayoría de los psicoterapeutas, no podemos olvidar el componente social de nuestros consultantes y, sobre todo, el peso que lo social tiene en la forma en que construyen su realidad. Un grupo social puede convertirse en “diferente” cuando es percibido como portador de ciertas características específicas, siempre dentro de un cierto contexto social. De hecho, es el grupo dominante en un medio social el que, al marcar una característica como propia sólo de un grupo, crea a los “diferentes”.

Las diferencias, a su vez, pueden ser vistas como negativas o como positivas, pero cumplen la función de establecer una separación entre quienes las portan y la “mayoría”. Estas diferencias, debido a que cuestionan las “verdades universales” del grupo social, tienen que ser “explicadas”, o “justificadas”. Estas explicaciones, a su vez, tienen que ser asumidas por los “diferentes” para que asuman el discurso “oficial” sobre su propia existencia. Si aceptan ese discurso, aceptarán también las “sanciones o premios” que el medio social les aplique por su diferencia.

Las explicaciones que podamos dar a una “diferencia” dependerán inevitablemente del tiempo y lugar en el que estamos viviendo y de los valores que allí predominen, de nuestros conocimientos específicos sobre un tema, así como de nuestras experiencias y conocimiento de lo humano.

Las explicaciones acerca de la diversidad sexual no escapan a esta regla. Por ello debemos entender que la idea de que una persona pueda ser definida a partir de una sola característica de su sexualidad, haya surgido a fines del siglo 19, en el que, a la par de la consolidación del capitalismo y su expansión mundial, aparece la noción del individuo como una entidad que puede tomar decisiones y separarse de su comunidad, e incluso tener valores diferentes a ella. De allí la necesidad de conocer esas manifestaciones para controlarlas.

Así, a fines del siglo 19 y principios del 20 surgieron diversos estudios acerca de uno de los campos en que más se manifiesta la individualidad y en el cual se pensaba que esta individualidad podría ser más subversiva del orden social. Me refiero al estudio de las diferentes manifestaciones de la sexualidad, los que permitieron acuñar términos como “homosexual”, “desviación sexual”, y “perversión”, que denotan la existencia de formas de sexualidad diversas a la monogamia heterosexual que, para los europeos de ese momento, oficialmente, era la forma de sexualidad “madura y sana”.

El concepto de desarrollo psicosexual “normal” que se impuso, a partir de Freud, como un conjunto de normas y conductas sexuales que por sí mismas deben considerarse superiores a otras conductas sexuales, surgió de la conjunción del etnocentrismo europeo (reforzado por su capacidad de expansión mundial), con una visión evolucionista del mundo que fue tomada, en su momento, tanto por las ciencias naturales como por las Ciencias Sociales; (véanse los trabajos de Darwin, Comte, y Engels).

Dentro de los valores arraigados entre los europeos de esa época y que han perdurado, estaba, indudablemente, el de la sexualidad reproductiva (heterosexual y “oficialmente” monogámica) con sus diferencias genéricas claramente establecidas, con su valoración de lo masculino como superior y su degradación de lo femenino y lo que se identificara como tal. Por tanto, esta sexualidad fue la que se propuso como “madura”, “sana” y “deseable”.

Una vez establecido el paradigma evolucionista heterosexista y monogámico de la sexualidad, las discusiones giraron alrededor de éste y sus valores. Así, toda manifestación de la sexualidad que no tuviese como fin la reproducción podía verse, ya no como pecado, sino como su equivalente laico, la “perversión” o “aberración sexual”, y a sus portadores como entidades subhumanas que podrían ser puestas bajo tratamiento a fin de “ayudarlos a madurar” o, en el último de los casos, a segregarlos del mundo para que no lo contaminasen.

Toda la anterior digresión, que es más sociológica que psicológica, la hago para que los terapeutas entendamos que nuestro trabajo en la consulta nos exige, inevitablemente, responder a nuestros consultantes desde una posición ante el mundo que no puede ser ingenua, sino crítica y cuestionadora, a menos que concibamos al psicoterapeuta como un nuevo elemento del “status quo” y no como un apoyador de procesos personales de liberación del potencial humano inscrito, al igual que su consultante, en un medio social dinámico.

A partir de la mitad de este siglo, surge un cuestionamiento del paradigma de la salud mental positivista y se consolida una visión humanista dentro de la psicología, que pretende más la aceptación de la diversidad humana que el encuadramiento de las personas dentro de un molde único.

Además, con la expansión de los descubrimientos antropológicos acerca de la diversidad de conductas sexuales en distintas culturas y la realización de estudios como el de Kinsey sobre los diversos comportamientos sexuales, dentro de nuestra propia cultura, se replantean las anteriores “verdades” de la sexología y la psicología.

Además, el conocimiento de otras culturas ha permitido entender que el travestismo puede tener diversos significados, y que no significa en sí mismo algo degradante, sino a veces es socialmente fomentado, Vg.: “...entre los Chuk-chee de Siberia, el shamán es una figura religiosa con gran poder y prestigio que tiene una querida y a veces hijos y que, a su vez, sirve de esposa a otro hombre casado con mujer. Por su parte, los Konia de Alaska, educan a ciertos niños para desempeñar el papel femenino y de adultos los dedican a ‘esposas’ de los hombres más importantes de la comunidad. Los Reichel-Dolmatoff (1978) cuentan de la actitud de aceptación que la población mestiza de Aritama, en la costa atlántica colombiana, tiene de los casos de travestismo que se presentan. (Giraldo, 1986;47).”

A toda la transformación anteriormente referida de los paradigmas de la salud sexual, se suma el ejemplo de la resistencia negra al racismo en los Estados Unidos, que hace surgir la noción de “minoría” y permite la aparición del activismo feminista y gay, que van transformando la autoimagen de estos grupos de una imagen de “culpables” o “desviados”, a una imagen de “oprimidos sociales”, y les va mostrando la necesidad de la autoaceptación, como paso previo para la necesaria acción política.

Este ejemplo va impactando a nivel social y terapéutico, y surgen estudios y grupos de apoyo para otras minorías sexuales, como son los travestis y transexuales.

Toda esta revisión de conceptos y actitudes impacta la labor del terapeuta, aunque a veces lo haga más lentamente de lo deseable, de tal manera que hoy, ante las consultas de quienes pertenecen a “minorías sexuales”, no podemos plantearnos “curar” lo que no es una enfermedad, sino apoyar que el autoconocimiento conduzca al incremento de la libertad y la responsabilidad, así como a la congruencia entre el sentir y el hacer de cada persona.

Nuestra tarea terapéutica es, creo yo, trabajar para que la persona conozca su travestismo, lo acepte y tenga espacios de seguridad donde ejercerlo. Evidentemente, existen límites éticos para el ejercicio de las conductas sexuales que deben preocupar a los terapeutas. Yo asumo los siguientes:

1) La conducta sexual de que se trate es algo que la persona asume de forma libre y voluntaria.

2) La conducta sexual no se impone a nadie, de tal manera que quien participa en ella lo hace de manera libre y voluntaria.

3) La conducta sexual implica ciertas consecuencias y los participantes deben responsabilizarse de ellas, tanto de las positivas como de las que no son deseables para la persona, ni para otros participantes

4) Esa conducta sexual, al realizarla, le permite sentir que crece como individuo libre y responsable.

Asimismo, debemos recalcar que para un travesti se impone la necesidad de la honestidad, a fin de que su esposa o pareja conozca a lo que puede enfrentarse y juntos tomen decisones respecto a hablar o no con los hijos, al uso común o exclusivamente personal de la ropa femenina que hay en casa, al tiempo que él dedicará a su afición, y a otros aspectos que tendrá que enfrentar.

Podremos ver ahora por qué considero que el travestismo puede y debe ser abordado en terapia como un asunto de “Expresión de la Sexualidad” y no como una “enfermedad”.

Para mayor información: http://www.cecash.org/

Artejo

Por Óscar Garduño Nájera 

1 
“Lo primero que recuerdo de ella son sus pies y el momento en que quise besarlos y me detuvo, ¿me entiendes?”, el borracho reguiletea la cabeza y señala la caguama vacía. 

2 
Justo ahora que no llega pienso que se demora porque sus pies son lentos, muy lentos, o porque son precisamente ellos los que se niegan a verme, de tal suerte que se resisten a nuestro encuentro. 

Viernes antes de las diez con una noche que avanza sobre mil miradas, mientras abordo el metro, el microbús y una canción pasada de moda; no dejo de fijarme en los pies femeninos: ¿cómo consiguen meterlos dentro de esas estrechas zapatillas?, ¿cómo consiguen pintarse las uñas? Toco el timbre, esquivo a un señor con cara de velorio, bajo. Camino y los rostros de personas se multiplican. Voy a nuestro encuentro, a nuestra cita. Sí, vas a llegar con ese pantalón negro ajustado, blusa del mismo color y esas hermosas zapatillas: uno a uno tus deditos se asomarán al frente y me han de confirmar que les gusta cuando entran a mi boca, cuando se cuelgan de mis labios y mi lengua los acaricia. Pero eso será hasta que llegues y entre los dos decidamos ir al hotel de paso más cercano, quizás el que está a unas cuantas calles, ese que tiene luces grandes parpadeantes (¿recuerdas que le faltan dos letras?). 

3 
Tardas unos minutos en llegar y estoy en la misma esquina de siempre, cerca de donde las prostitutas ofrecen sus servicios. Muerdo mis uñas y por momentos sigo durante algunos segundos a las prostitutas que llevan esas zapatillas con tacones enormes: me gusta ver cómo se flexionan los talones hasta conformar ligeras arruguitas; cómo alzan los tobillos mientras la pierna flota por un instante para luego descender; cómo asoman los dedos casi sacándole la lengua al suelo, como si se burlaran de él, apretujados dentro de piel o plástico, como si también quisieran saludar al que viene de frente. 

Nada. 
Esta noche no queda nada. 

Tenía los talones rasposos y la planta suave, como si previamente hubieran embarrado talco para bebé. Si pasaba rozando mis dedos soltaba una risita y se movía, contoneándose arriba de la cama. 

Y es verdad: sin importar el tamaño, los pies de todas las mujeres son iguales. Cuando cualquier hombre los abraza con las manos la sensación es increíble, tal vez porque están hechos de otra piel. 

5 
Miro el reloj. 

Estoy frente a un puesto de tacos lleno de señores gordos y ebrios que beben caguamas. La noche se adelanta y abre las fauces de un animal aún desconocido. 

Antes que todo, antes de quitarnos la ropa y aventarla al suelo, antes de los besos y las caricias, lo primero que hacíamos era lo siguiente: ella se tendía en la cama luego de quitarse las zapatillas; yo me hincaba al frente y acariciaba sus pies, primero lentamente, disfrutando cada centímetro, enredando los dedos de mis manos en sus dedos, luego de manera rápida, como si aplicara una pomada contra dolores musculares. Y lo cierto es que en ese momento los dos comenzábamos a excitarnos: el ritmo de mis manos danzantes en sus pies marcaban el ritmo de nuestras respiraciones agitadas. “Más despacio, despacio, por favor”. 

6 
No importa cuánto tardes en llegar, ya que regularmente lo haces y siempre pones de pretexto cualquier tontería. Lo único que quiero, en estos momentos, es: 

Beber mis reflejos en tu mirada. 
Quemar mis labios en los tuyos. 
Chupar tus pies, morderlos suavemente, mientras la punta de cada uno alcanza a rozar mi paladar hasta hacer contacto con mis fibras nerviosas. 

También quiero llorar. Cuando pasan los minutos, cuando veo que no llegas, me da por hacerlo: hundo el rostro entre mis manos y lloro en silencio, apenado, mientras aprieto mis labios hasta causarme daño. 

Pero también espero. 

Un microbús se detiene frente al puesto de tacos, abre sus puertas y casi juro que eres tú la que desciende. No: es una señora con un ridículo vestido más amarillo que el sol. Lleva puestas unas zapatillas moradas de plástico y únicamente se me ocurre pensar en sus pies: ¿cómo es posible que vivan ahí dentro?, ¿y si en realidad la mitad de la población mundial no tuviera pies?, a fin de cuentas, ¿cómo nos daríamos cuenta si siempre se ocultan dentro de los zapatos?, ¿obligando a todos a usar huaraches? 

El olor del puesto de tacos distrae mis pensamientos. 

Un día en tu voz apareció una palabra: parafilia. Y aun cuando te esmeraste en explicarme su significado y la relación que tenía con nosotros, la verdad es que no entendí. Esa ocasión me quedé dormido sobre tus pies y la sensación fue que ellos respiraron de mi aliento. 

¿Recuerdas? 

Vas a llegar con toda la calma del mundo y me vas a decir: “¿cómo es posible que estés tan desesperado?, ¿cómo es posible que no tengas un poco de paciencia?” Cierto: con las mujeres uno siempre debe de tenerla. Ya sabes que todo lo somatizo y unos cuantos minutos de más, miento, quizás unas cuantas horas de más, bastan para que empiece a vomitar. Vas a venir hermosa, lo sé. Cuando te abrace, en tu cuello oleré ese perfume que tanto se empeña en acariciar las almohadas de nuestra habitación en ese hotel chimuelo. 

“Aquí, frente a mí. Enciende la luz, por favor: déjame acariciar tus pies, has de venir cansada”… era la clave para excitarnos. 

8 
En pocas ocasiones hemos hecho el amor. Nos preocupan más tus pies: cuidar de ellos, mimarlos, encajarles los dientes, meterlos dentro de mi boca hasta que la saliva resbale por el empeine, por el rasponcito talón, por las uñas pintadas de rojo. Como a las seis de la mañana tendrás que irte a tu casa. Quizás me volveré a quedar dormido (¡prometo no hacerlo!) y me tendrás que despertar. 

Un consejo: cuida mucho tus pies para que sepan siempre por donde andas. 

Al pasar una de tus manos por mi espalda me resucitarás de una perecedera felicidad, como si también me resucitaras de todas las muertes, y como si a partir de ese momento, al cerrar la puerta de la habitación y reírnos del H_T_L parpadeante, me enterrarás para siempre echándome montoncitos de tierra con tus pies, jalándome hasta la fosa; desde abajo, lo último que alcanzaré a ver es la planta de tus pies, cuarteada como un cielo nublado. 

9 
Son diez y media de la noche y la policía ha cargado con algunos borrachos. 

Alcanzo a escuchar un taconeo a lo lejos, un ritmo que a fuerza de escucharlo me es ya familiar. Cierro los ojos. Calculo el tiempo para que, al abrirlos, estés frente a mí. Los abro. Aparece la señora del ridículo vestido amarillo con unas bolsas del supermercado colgando de sus regordetes brazos. Me pregunta por un sitio de taxis. Señalo el lugar. Tú no apareces. 

En cuanto la señora se aleja, vomito. La sensación es de un animal enorme que se mueve dentro de mí, sale, escapa, regresa; vuelve a nacer otro, y otro más. 

“Todo lo somatizas”, dirás en cuanto llegues. 
La ciudad ahora me es ajena: no quiero saber un carajo de ella. 

10 
Te voy a contar algo: ¿recuerdas que en una ocasión metimos un condón a uno de los dedos de mi pie, el más gordito, y que intentaste masturbarte?, al final los dos nos quedamos tendidos en la cama muertos de risa, pues por más empeño que pusimos el maldito dedo se echó para atrás, emprendía la huída, hasta que el condón se partió a la mitad.

Respiro. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir.

En cuanto llegues te dará risa que con el vomito manché mis zapatos, y que de no ser por éstos, si acaso hubiera llevado huaraches, mis pies habrían quedado hechos un asco.

11
Uno de los borrachos se acerca hasta mí con una caguma abierta entre las manos. Me invita, la rechazo y le digo que espero a mi novia. “¿Es ella?”, pregunta y veo que señala a una de las tantas prostitutas. Me río, por fin me río y el animal desconocido parece alejarse.

Nada quedará sino la mancha de tus pies sobre la sábana arrugada. O las pisadas sobre la alfombra. O en el baño. Entonces tus pies vendrán a ser restos dentro de una habitación cualquiera; mañana otros pasaran sobre ellos y sobre éstos pasaran cientos. No lo olvides.

El borracho hace un gesto de disgusto, mira una de sus botas y se percata que él también se manchó de vomito. Dice: “¡mierda!” Bebo de la caguama y en cuanto doy el primer trago siento que me traspasa la garganta con alfileres. Él se ríe. Por un segundo somos un par de payasos y las prostitutas voltean a vernos. El borracho tartamudea, moja sus labios, y me pregunta a qué hora quedé de ver a mi novia. Tiemblan mis labios y vuelvo a pensar en tus pies: “lo primero que recuerdo de ella son sus pies y el momento en que quise besarlos y me detuvo. ¿me entiendes?”, el borracho reguiletea la cabeza y señala la caguama vacía. Es tarde.

Nota: con este cuento arranca un nuevo proyecto titulado: Anatomía del Desaliento, el cual se irá desarrollando en Mundana. 

El camino del suplicio

Por Redacción Mundana

Las siglas BDSM tienen varios significados: BD (Bondage), B&D (Bondage y Disciplina), D/S (Dominación y Sumisión) y SM (Sadomasoquismo), y definen una relación estructurada a menudo en torno al contexto del uso del poder, que cuando se da entre dos personas, determina la existencia de un papel de “amo” y otro de “esclavo”. Hay que destacar que esto se produce de forma consensuada; aunque muchas prácticas se considerarían en contextos distintos como desagradables (dolor, servidumbre y juegos de poder), una de las máximas en el BDSM es SSC; “Seguro, Sano, Consensuado”. Buena parte de la relación consiste en un juego de poder y dominio en el que una persona ofrece su autonomía personal a la otra; se determinan previamente los límites, y palabras o gestos clave para detener la escena en caso de que alguien no desee continuar. Es bastante común que se firme un “contrato” en el que se dejan claros los límites, y que sirve a la vez como parte del “fetichismo” en torno al BDSM, puesto que se trata de un contrato de servidumbre.

El mundo del BDSM puede ser muy absorbente y para algunas personas representa un giro muy fuerte en sus vidas. Uno de los factores más importantes es la escasa aceptación social y el alejamiento cultural que implica de esta práctica, al que se añade cierto carácter adictivo debido a la fuerza de la experiencia.

La figura del dominante 
Esta figura es la que controla a la persona sumisa; es lógico que se cuestionen las motivaciones para representar este papel, ya que se basa en el ejercicio del poder y actos que infligen dolor. Se trata de una posición peligrosa, puesto que si el dominante no sabe controlarse puede desquitarse de sus frustraciones con el sumiso, por eso es necesario enfatizar lo más posible la diferencia en el role playing del “amo” (que debe llevar a cabo una labor compleja) y la personalidad de un sádico.

El amo debe cuidar al sumiso y comunicarse con él, ya que cuando el sumiso se entrega a sus deseos, le ofrece el mayor regalo que puede dar: su voluntad. Un regalo muy bello que el amo debe saber apreciar y compartir, tratando a la persona que se la ha entregado como ella desea ser tratada. El objetivo del juego no es que la obediencia surja del temor al castigo, sino que lo haga a partir del deseo de complacer al dominante, y de una confianza suficiente como para entregar a ciegas su voluntad; del mismo modo que el sumiso ha de llevar a cabo una entrega física y psicológica por placer y no un proceso de autodestrucción.

La figura del sumiso
La persona que actúa como sumisa entrega gradualmente su voluntad a la de su amo; para ello debe de establecerse comunicación y confianza, necesarios para aproximarse a la entrega total a través de la cual puede funcionar la relación BDSM. Es decir, que mientras que el amo puede entregar cosas al sumiso, el sumiso se entrega al amo. No debe esperar recompensas, aunque vaya a obtenerlas; su determinación tiene que surgir de esta entrega, aunque la gratificación bien administrada por parte del amo sea un ingrediente esencial a la hora de que el sumiso pueda seguir superando sus límites para entregarse por completo.

Al igual que la figura del amo, la del sumiso puede ser peligrosa por la naturaleza psicológica de la propia experiencia; si el sumiso tiene impulsos autodestructivos o si utiliza la experiencia para despersonalizarse, se considera que la persona no es apta para jugar el papel de sumiso puesto que busca “dominar desde abajo” la situación y usar la experiencia para su autodestrucción.

Hormonas y BDSM
La gente que no pertenece al mundo de BDSM se hace frecuentemente la siguiente pregunta: ¿Que hay de placentero en el dolor?. La respuesta es simple: no hay nada de “placentero” en el dolor. Pero cuando se aplica con cuidado y sabiduría, impulsos tales como dolor, stress, miedo y humillación, siempre dentro del contexto adecuado, pueden crear una reacción en cadena o bien, una aceleración hormonal. Dicha aceleración, descrita frecuentemente bien en el ámbito de la dominación, bien en el de la sumisión, juega un papel muy importante en el intercambio consensuado de poder erótico y aunque no es la explicación ulterior del comportamiento denominado “intercambio de poder erótico”, es, ciertamente, una explicación adecuada.

El dolor (este término puede incluir también las nociones de stress, humillación, y sensaciones similares) tiene diferentes manifestaciones y morfologías y de hecho, es un término que engloba distintas reacciones cerebrales. El mensaje principal que el dolor transmite al cerebro es el siguiente: “Hay un impulso nuevo. Retenlo, despreocúpate de otras cosas, este mensaje tiene prioridad”. Estudios recientes realizados por psicólogos y microbiólogos, han revelado que el dolor no es simplemente una reacción física, sino también psicológica. Y una prueba de ello es que las reacciones de dolor están influenciadas por factores psicológicos. El stress, por ejemplo, puede bloquear la percepción de dolor, mientras que el miedo o la ansiedad pueden incrementar dicha percepción. La explicación del uso del término “percepción” reside en que el dolor no es una señal automática, sino que es una señal que el cerebro interpreta antes de que se produzca. El área cerebral conocida como “tálamo” es el punto de partida de la señal de “dolor”, es decir, “la puerta del dolor” y es también en dicha “puerta” donde se interpreta. De hecho, si dirigimos impulsos microeléctricos hacia esta “puerta”, el dolor puede disminuir e incluso, cesar. En otras palabras: se apaga el enchufe y el paciente no siente dolor.

La aceleración que produce un impulso de dolor se traduce en la producción de adrenalina. La adrenalina es una sustancia creada por el propio organismo que, ante todo, creará un estado de alerta o vigilancia extrema. La adrenalina se produce cuando el cuerpo o la mente experimenta sensaciones tales como stress, dolor, peligro o incertidumbre. Los deportistas son verdaderos “adictos” a la adrenalina, y por esta razón, conforman un grupo importante dentro del mundo del intercambio de poder erótico. Lo que se describe tradicionalmente como adrenalina son, de hecho, dos hormonas, la adrenalina (epinefrina) y la noradrenalina (norepinefrina). Ambas se producen en la parte inferior del cerebro humano: la médula, también llamada glándula adrenal. Ambas son secretadas por terminaciones nerviosas y funcionan como neurotransmisores, que facilitan una transmisión mas veloz de señales tanto desde el cerebro como hacia el cerebro. Ambas hormonas son complementarias, aunque parece ser que la adrenalina se concentra principalmente en la actividad cerebral y coronaria, así como en la activación del metabolismo, mientras que la noradrenalina tiene principalmente una función vasoconstrictora, es decir, infligir movimiento venoso, y como  consecuencia, también produce una elevación de la presión arterial.

Las dos hormonas de adrenalina son la respuesta que, inmediatamente, da nuestro cuerpo. Incluso antes de que el cerebro haya analizado las señales que indican una diferencia respecto al nivel normal de actividad física, se soltará adrenalina. Las señales pueden ser posteriormente analizadas como: peligro, stress, dolor u otra señal de alarma e incluso antes de que el cerebro haga un segundo análisis, la adrenalina comenzará a preparar el cuerpo para una respuesta física. La salida de adrenalina hará que el sistema sensorial (ojos, oídos, terminaciones nerviosas etc.) entre en estado de alerta. También comenzará a acelerarse el metabolismo con el fin de filtrar rápidamente azúcar que servirá, posteriormente, como energía muscular. Asimismo, se incrementará el ritmo cardiaco y la actividad vascular, con el fin de permitir un transporte energético más rápido hacia los músculos. Finalmente, la salida de adrenalina, dará impulsos al tálamo ( “la puerta del dolor”), por lo tanto, la salida de adrenalina funciona como “asesina” del dolor. Si el cerebro analiza las señales como una falsa alarma, la producción de adrenalina se parará y el cuerpo volverá a su funcionamiento normal. La adrenalina es adictiva, aunque no hasta el extremo de resultar peligrosa. Es bien sabido que los deportistas de élite, los altos directivos y la gente que vive al “límite” desarrollan una ligera adicción a la adrenalina o a las endorfinas. Esto también le ocurre a la gente que se encuentra dentro del mundo del intercambio de poder erótico. Además de las sensaciones descritas anteriormente, la producción de adrenalina puede estar desencadenada por la excitación sexual.

Las distintas sensaciones
Aquí es importante explicar las dos formas distintas en las que la gente puede experimentar el intercambio de poder erótico: para algunas personas, es una forma momentánea de disfrute, para otras, por el contrario, es una forma de vida. El primer grupo estará interesado en experiencias no duraderas, que no llevan asociada una pauta regular de conducta. Acudirán a fiestas, buscarán contactos ocasionales, ya que su interés radica en la elevación de adrenalina. En este sentido, este grupo difiere de los que consideran el intercambio de poder erótico como una forma de vida y lo incluyen como parte de su personalidad. Esto les hará buscar un hueco importante en su vida para el desarrollo del intercambio de poder erótico.

Y así como no existen el bien y el mal, de la misma forma ningún grupo es mejor que otro y no deben compararse. Ambos puntos de vista son válidos, lo único que difiere es la perspectiva, de la misma forma que existe una diferencia abismal entre sentir, accidentalmente, la necesidad de conducir a gran velocidad y ganarse la vida como piloto de Fórmula1.

Endorfinas
Las endorfinas pueden ser, al menos hasta cierto punto, una de las cuestiones más controvertidas para la gente que vive el intercambio de poder erótico. Aunque es muy pronto para cualquier conclusión científica, se está empezando a probar que las endorfinas juegan un papel importante en las “escenas” de intercambio de poder erótico. Aunque las endorfinas son relativamente nuevas para los médicos, y más para los psicólogos y psiquiatras, se ha constatado su importante papel en las reacciones psíquicas y psicológicas.

Las endorfinas siempre han existido en el cuerpo humano. No son una única sustancia química, sino un grupo de sustancias que tienen bien las mismas propiedades, o bien propiedades relacionadas. Fueron descubiertas a mediados de los años setenta. Este grupo de péptidos, que están compuestos de aminoácidos, han arrojado alguna luz sobre la coordinación de sistemas dentro del cuerpo humano. Pero su importancia puede residir en que son el mecanismo de unión del sistema inmunológico y endocrino, convirtiendo así a la mente en un sistema único (psicológico, inmunológico y endocrino). Las endorfinas son un grupo complejo de hormonas secretadas por la glándula pituitaria (localizada en la base del cerebro).

Las endorfinas parecen explicar una serie de fenómenos, incluyendo el que los pacientes hospitalarios y los deportistas sean capaces de apartar de su mente la sensación de dolor únicamente con su poder mental. Se descubierto desde entonces que el cerebro produce “cocktails” de endorfinas basados en diferentes impulsos. Estos impulsos pueden ser externos (tal como un impulso de dolor) o pueden ser creados por el propio cerebro. Aunque no ha sido estudiado aún con profundidad, en un intercambio de poder erótico es muy probable que tanto los impulsos físicos como mentales jueguen un papel en la producción y secreción de endorfinas por el cerebro.

Esta teoría explicaría al menos de forma científica la importancia de las fantasías, fetiches y símbolos en el mundo del intercambio de poder erótico así como la evidente interacción entre las fantasías y la vida real. Otro efecto, aún sin analizar, es la influencia de la adrenalina en la producción de endorfinas. Ya que las endorfinas parecen ser compuestos químicos, otros impulsos tales como la fantasía, el simbolismo, el olor (como el del cuero o el látex, por ejemplo), los fetiches, e impulsos mentales tales como el dolor y la humillación pueden estar interrelacionados o conectados directamente con el efecto de las endorfinas.

julio 12, 2010

Ilustraciones por: H.R. Giger


El nombre de H.R. Giger es sinónimo de 30 años de Arte Fantástico. El artista nació en 1940 en Chur (Suiza). En 1962 se trasladó a Zurich, donde estudió arquitectura y diseño industrial.

Elogiado como pintor por sus surrealistas paisajes oníricos y por su original estilo biomecanico, Giger obtuvo fama mundial con sus creaciones para Alien, el film de Ridley Scott.

En 1980, su diseño de la criatura que da titulo a esta pelicula y del entorno extraterrestre le valió el Oscar a los mejores efectos especiales. 

Giger ha colaborado también en en otras producciones para el cine, como Poltergeist II, Alien 3 y Species, para la que diseño una mortífera, pero bellísima extraterrestre y un ferrocarril fantástico de pesadilla. Las cubiertas de discos diseñadas por Giger para Koo Koo, de Debbie Harry y para Brain Salad Surgery, de Emerson, Lake and Palmer, fueron elegidas entre las cien mejores de la historia del disco en la encuesta realizada entre periodistas de música por la revista Rolling Stone

Desde niño ama los lugares oscuros y tan pronto como pudo comenzó a vestirse de negro, en su casa el lugar mas oscuro era bajo una mesa que estaba en un cuarto sin ventanas, que el utilizaba como sala de juegos.

Sus primeros juguetes fuero un tren, osos, marionetas y también armas hechas por el mismo, arcos y flechas, dagas y otros objetos que atraían su atención.

De niño era terriblemente tímido: "En el jardín de infancia católico donde siempre había que rezar cuando nos portábamos mal nos ponían delante de un cristo ensangrentado y nos recordaban que éramos los culpables de su dolor..." relata Giger de su infancia.

En 1956 su lugar favorito, que se convertiría en su taller, que era bautizado por el como el cuarto oscuro. 
En 1964 asiste al segundo año de la escuela de artes y oficios, surgen los dibujos en tinta china, los llamados niños atómicos.

Sus primeras publicaciones fueron en 1965, revistas clandestinas como Clou y Agitation

En 1973 realiza la portada de disco de Emerson Lake and Palmer. En 1980/81 conoce a Debbie Harry, Blondie. Ella le propone realizar la portada de su disco, Entonces H.R.G decide convertirla en una reina punk. "En la portada del disco esta la cara de Debbie atravesada por unas agujas de acupuntura ,que simbolizaban la electricidad y el poder proveniente del aire. Dice H.R.G que después comprendió lo que simbolizaban la del los ojos, el fuego, le de la nariz el aire, la de la boca el agua, la del cuello la tierra, y la quinta que solo se ve en el video es el espíritu. Había trabajado surrealismo sin darme cuenta". 

En 1977 recibe el encargo de crear un monstruo para la película de ciencia ficción Alien, el octavo pasajero de Dan O'banon trabajos preliminares con los que O'banon tratara de interesar a los productores de una sociedad cinematográfica para una producción de 9 millones de dólares. En 1978 conoce a Mia Bonzanigo quien será su futura esposa. La Twentieth Century Fox esta dispuesta a financiar la película ,muestran algunos trabajos preliminares al director Scott y a unos productores y se convencen de que H.R.G es la persona correcta para el proyecto. El 14 de abril de 1980 le otorgan un oscar.

Tomado de: HR GIGER ARh.