junio 18, 2010

Circunsición ¿Cuestión de rutina?

Por Lydia Álvarez-Camacho

Soy de familia de diabéticos, lo que no sería un gran problema si no fuéramos también tercos y orgullosos. Más de una vez hemos vivido la terrible situación de que por el descuido de una herida en los pies, un miembro de la familia se enfrenta a una amputación. Fue mucho más radical en el caso de mi abuela paterna que en el de mi abuela materna, pero en ambos hubo llanto, tristeza y duelo por esa parte del cuerpo que ya no estaba más.

Cuando el prepucio de un varón no se desarrolla correctamente, es posible que sea necesario amputarlo. Sin embargo, en este caso rara vez los involucrados lloran, se sienten tristes o se permiten un periodo de duelo. Se considera que un hombre que se hace la circuncisión no pierde nada en realidad. ¿No es cierto que mucha gente lo hace incluso sin ninguna necesidad médica, por razones religiosas o culturales?

Algunas religiones, como la hebrea, prescriben la circuncisión de todos los varones, como una forma de marcar su pertenencia a la comunidad. La razón de fondo es debatible, pero Maimónides, un famoso rabino medieval, en su libro “Guía de Perplejos”, establece que el propósito es un perfeccionamiento moral, una forma de evitar el excesivo disfrute de la sexualidad, reduciendo la sensibilidad del pene.

La reintroducción moderna de la circuncisión tiene propósitos similares. Durante el siglo 19, los médicos la prescribían como remedio contra el “auto-abuso”; es decir, la masturbación, la cual se creía que provocaba neurosis e incluso la locura. Ya entrado el siglo 20, el Dr. John Harvey Kellogg, inventor del cereal para el desayuno, la recomendaba también, agregando que debía hacerse sin anestesia para que fuera conectada con la idea de un castigo y surtiera su efecto moral completo.

Es un enigma cómo fue que mucho tiempo después de que la masturbación empezó a verse bajo una luz más positiva, la práctica de la circuncisión persistió. Algunos creen que se debe al hecho de que los varones no son muy propensos a percibirse como víctimas. Si a ellos les habían hecho la circuncisión, debía ser algo bueno y si era bueno debían hacérselo a sus hijos. Los que proponen esta versión, la apoyan con el hecho de que, por lo general, en las familias donde la tradición se interrumpe, es por intervención de la madre, no del padre.

Hoy en día los pediatras están obligados a aclarar a los padres que la circuncisión rutinaria no es necesaria y que las medidas de higiene básicas son suficientes en la mayoría de los casos pero, por lo regular, los médicos no se niegan a practicarla si los padres lo solicitan porque la costumbre es difícil de romper. Por poner un ejemplo, en la comunidad judía las consecuencias de pasar por alto este ritual pueden ir desde la ruptura con familiares cercanos hasta el ostracismo total por parte de la comunidad.

En esta situación de gran presión, no se esperaría que los padres judíos decidieran romper bruscamente con la tradición; sin embargo, actualmente ya hay una pequeña minoría que sí lo hace. Unidos por medio de foros de Internet, han decidido adaptar sus creencias religiosas a sus nuevas convicciones, y cambiar el tradicional bris milah, por el llamado bris shalom, una fiesta de bienvenida sin circuncisión.

Si eso ocurre en la comunidad judía, no es de extrañarse que los grupos “intactistas”, como se les ha denominado, se hayan multiplicado en años recientes. Organizaciones como Intact America, NO HARMM y NO CIRC se oponen rotundamente a cualquier modificación genital que no sea realizada por razones estrictamente médicas. Esto incluye tanto las circuncisiones rutinarias, como la mutilación ritual de los órganos femeninos y también las operaciones de reasignación de sexo no consentidas.

Algunas feministas se muestran ofendidas de que se compare la circuncisión con otras operaciones mucho más radicales en donde el daño a la función sexual es evidente. Sin embargo, aunque es verdad que los hombres circuncidados pueden tener una vida sexual muy satisfactoria, los intactitas afirman que lo suyo es una cuestión de principio y que una persona no debería ser obligada a renunciar ni siquiera a un ápice de su potencialidad sexual sin una buena razón para ello.

Además, los estudios sobre la anatomía del prepucio y sobre cuál es su función en la respuesta sexual son muy nuevos. La difusión de estas investigaciones tiene el propósito de evitar que los médicos prescriban la operación con tanta frecuencia y que consideren detenidamente todas las opciones posibles, como lo harían sin duda en el caso de la amputación de una mano o un pie.

Hoy en día, incluso algunas circuncisiones terapéuticas tienen alternativas, como lo son la frenuloplastia o la prepucioplastia, que, por el momento siguen siendo opciones bastante costosas, y es difícil conseguir a tiempo un cirujano entrenado, aunque es posible que esto cambie en un futuro cercano.

Todo lo comentado hasta este punto puede proporcionar elementos para una decisión más razonada de los padres que están considerando la circuncisión. Sin embargo, para los hombres a quienes ya se le realizó la operación, la misma información no les serviría de mucho. No obstante, también hay buenas noticias para ellos.

Para aquellos varones que no se sienten contentos con su circuncisión, ya existe la opción de la restauración del prepucio. El tratamiento es caro y bastante largo, pero a pesar de todo, hay muchos que han optado por restaurar su prepucio. Existe incluso un grupo, la Nacional Organization of Restoring Men (NORM), que da apoyo psicológico y emocional para hombres que están considerando la restauración.

Para mayor información:
http://www.jewishcircumcision.org/ Centro Judío de Información Sobre la Circunsición

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