Mas si todo eso que disfrutaste pereció derramado,
y la vida te es fastidio, ¿por qué buscas más añadirle
lo que mal perezca otra vez y todo, ingrato, sucumba,
y no más bien de la vida y de la labor un fin haces?
Tito Lucrecio Caro, De Rerum Natura
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Una vez quise suicidarme.
Tenía nueve años.
Ingenua.
Me tiré de lo más alto a mi alcance —la escalera—. Me lastimé un brazo y un tobillo. Me puse pomada. Me amarré un trapito y evitando el regaño, me fui a chillar a mi recamara.
Una vez quise suicidarme.
Tenía trece años.
Estúpida.
Leí que la ruda en bebida concentrada podía causar la muerte. Me hice adicta. Sabía horrible. Vino una monja y me mandó al manicomio. Los antidepresivos llegaron a vivir tras el espejo del baño.
Una vez quise suicidarme.
Tenía quince años.
Cobarde.
Las pastillas me mantenían dormida y al despertar, mi madre estaba parada junto a mí. Parecía estar gritando algo, “no me quieres”, decía. Me conseguí unos dulces. Me los tragué. Llegó una tierna arritmia, eventual e impertinente.
Una vez practiqué el cutting. Parecía ideal. Se veía valiente.
Y otra vez.
Se sentía perfecto. Se dormía a gusto.
Y otra vez.
Se escondía fácil.
Y otra vez.
Sólo quedan las marcas. A veces todavía las siento.
Una vez quise suicidarme.
Tenía veintiún años.
Maldita.
El y yo estábamos arreglando todo.
Él llamó a un médico para que resolviera mis dudas. A la hora de la verdad decidí enfrentarlo. Le dije que no. Que tendría a la niña.
Una vez pensé en suicidarme.
Tenía veintidós años.
Traidora.
También depresión post-parto.
Me sentía inútil e incapaz. Ella lloraba. Yo apretaba los dientes. Me dolía la quijada. Pero se quedó callada y me miró.
uyyy!!!!
ResponderEliminarEn mi caso, la llegada de mis hijos, tambien le puso freno a la idea de terminar con mis dias.
ResponderEliminar¿como ponerles encima un paquete tan grande como es el estigma de una madre suicida?
Duele, pero me gusta mucho...
ResponderEliminarHermosamente doloroso y a flor de piel. Me encantó!
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