mayo 21, 2010

Dignidad

NO SE CULPE a nadie de mi muerte. Me suicido porque de no hacerlo, seguramente, con el tiempo, te olvidaría. Y no quiero
Anonimo

POR Karini Apodaca

El domingo desperté con una infinita tristeza, como reza la canción de Manu Chau.

La realidad ya con días de distancia eran nimiedades, pero creo que para muchos los estados depresivos son el pan de todos los días. Generalmente llegan una mañana y tienes que atender al huesped incomodo durante el día, hasta que perdemos atención sobre lo que nos aqueja; a veces basta una película y reír para que como por arte de magia caigas en cuenta de que la visita incomoda se fue sin decir adiós.
Esa sensación de qué cuernos hago aquí, porque sigo viva, no es nueva. Es vieja conocida mía. La primera vez que lloré por sentirme triste era niña aún, cursaba segundo año de secundaria; académicamente hablando, las notas altas nunca fueron un problema para mí. Pero no olvido cuando mi madre, preocupada, entró a mi habitación y me encontró en un llanto mudo, sentada en mi cama. Se acomodó a mi lado y me preguntó qué sucedía.

Con mi escaso conocimiento le expresé que no encontraba nada de mérito en seguir, que mis notas eran sencillas de obtener, que me sentía sin interés alguno en nada; que no sabía por qué seguir y no encontraba el para qué. Supongo que ella se quedó de a cuatro, porque ahora que soy madre si mi hijo Abraham, de 12 años, me dijera eso, me dejaría con el corazón apachurrado.

Mi mama salió y fue por mi padre. Ambos sentados en la cama de enfrente me preguntaron por qué sentía eso. Y volví a explicar mi sinsabor de no tener nada que me estimulara, nada que me apasionara. Dicen que cuando Alejandro Magno vio lo que tenía lloró por no tener más territorio qué conquistar. Eso es lo que me ocurrió a esa edad. Mi padre me dijo que ahora tenía que pensar en un objetivo más alto a conquistar. Que si el asunto de las notas era ya pan comido, pues era momento de tratar de dominar algo más, otro idioma, un deporte, alguna actividad que me fuera ajena y conquistarla.

Con los años, mis dolores empezaron a girar en temas más mundanos, los del corazón. Ahora ya no me inquietan, sé que las personas en la vida de uno van y vienen, porque uno sólo es un caminante que de pronto empata el paso con algún otro viandante; gozaremos lo que tengamos que andar juntos, pero en algún momento del camino cada uno seguirá el que debe tomar.

Este domingo volví a sentir el vacío de no tener los para qué ni los por qué como respuesta. Imagino que no es fácil vivir a mi lado, pero también sé que este constante cuestionamiento no es exclusivo mío.
Cuando salió la noticia del episodio cerebral de Cerati pensé en mi padre, víctima de un episodio similar.

Desde entonces su vida no fue la misma, extravió mucha de su independencia, al perder movilidad en todo un lado de su cuerpo. Tengo idea de lo que debe sufrir día con día al ver toda su vida trastocada y mermada. Nunca me he atrevido a preguntarle si él hubiera preferido morir en ese momento; conociéndolo, y a años de sufrir las consecuencias, creo conocer la respuesta.

Desde ese día tengo algo muy claro: cuando uno tiene una dignidad para vivir, también debe de tener dignidad para morir. He hablado del tema con cada una de mis parejas y siempre he pedido lo mismo. Si por algún incidente mis capacidades se vieran disminuidas a tal grado de perder independencia, por favor no me dejen viva, por favor denme la dignidad de irme como me conocieron.

Mi padre toda su vida fue un ser amante del pensamiento, mi infancia transcurrió en sobremesas eternas donde había un monólogo dado por él, una exposición magistral del tema que le inquietaba en cada momento; muchos de mis conocimientos se los debo a él, incluso mi forma poco tolerante hacia las personas que no quieren pensar. En casa estaba prohibido ser tonto, por lo menos en sus maneras eso he pensado siempre. Si bien, mi padre siempre ha sido un ser que fomenta la discusión a niveles de confrontación, en mi casa las polémicas nunca fueron por tal artista o alguna bobada del tipo. Las sobremesas con mi padre siempre giraron más sobre temas del pensamiento.

Días antes de su embolia, él era un aferrado seguidor de López Obrador y hasta parecía que le iban a pagar por cada adepto que sumara a la causa. Las elecciones estaban cercanas; yo, por fastidiarlo, le sostenía que no votaría por López Obrador, aunque mi voto ya estaba decidido por la misma causa de mi padre. Solo era ese afán chingativo que uno como hijo suele tener.

Mi madre lo encontró en su habitación tirado cerca de la cama con la mirada perdida y diciendo frases sin sentido. Mi hermana Mariana días después me comentó que de las frases aisladas que decía una de ellas era: dile a Karini que vote por López Obrador…
Mi padre siempre me dolerá, creo que no recibió un final digno; lo visito, hablamos… y cada vez que lo veo la pregunta ronda en mi cabeza ¿este fue el final que querias para ti?¿puedo hacer algo por ti?

4 comentarios:

  1. waw muy bien la reflexion !!! deberiamos tener un documento firmado por nosotros que diga como queremos que nos traten si llegamos a tener este problema de salud, pero ademas esto es para reflexion pero muy bien escrito!!!

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  2. Coincido con el comentario anterior: escribir una especie de testamento, donde claramente digamos cómo queremos terminar nuestros días, hasta donde se pueda.
    Quizá él en su vida temía el desorden mental, pues lo presentía y por eso les hacía hincapié en eso... a veces pienso que se intuye lo que viene...

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  3. Interesante este artículo, este tipo de reflexiones alrededor de lo que forma la motivación de vivir de cada uno.

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  4. No coincido, Karini quien te dijo que ese fue su final, el esta vivo, el despierta la creatividad de este artículo, el genera una sonrisa cuando vas a verlo y lo abrazas. Mi esposo y yo hemos hablado del tema, él no es una persona que le guste mucho hablar, pero su sola presencia reconforta, alegra, esta aqui con nosotros, a el le gusta que lo cuiden y lo mimen, hemos concluido que si algo le ocurre su sola presencia nos daría animo y nos haría muy felices... por el contrario, yo soy todo pensamiento, todo sentimiento y expresión, si no pudiera hacerlo no se como sería, pero te garantizo que me gustaría que se me diera la oportunidad de vivirlo de sentirlo y después decidir... que tal si no es tan malo como parece? habría que estar en ese lugar para poder decirlo. Creo que la vida es valiosa y cualquier chispa de vida debe ser valorada, explotada y agradecida.

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