mayo 28, 2010

La construcción del género

Por Ximena de la Cueva
Eva prefiere también parir
pero después escoger dónde ir.
—Silvio Rodríguez—

Qué tal empezar por permitirnos una licencia conceptual y tomar al totalitarismo como categoría política; ésa será la única del día, ya que sus características no las tocaremos, sólo las mencionaremos como las reconocidas y analizadas por estudiosos de diferentes áreas del conocimiento. Hanna Arendt explicó este concepto para tratar el antisemitismo y la opción ideológica que ofrecía era una situación social que conjugara libertad e igualdad. El totalitarismo tiene como elementos constitutivos la represión, la negación del derecho del individuo y un claro objetivo de dominación que se amplía ideológica y hasta geográficamente, y es en contra de este tipo de “imposición” que se gestó el movimiento feminista, sólo que con personajes claramente definidos: los hombres como opresores y las mujeres como oprimidas.

La desigualdad de género, como orden social, tiene raíces históricas y una base económica que si bien no determina funciones, sí posibilita o clausura, individual y socialmente, la entrada en terrenos específicos de desarrollo cotidiano y mantenimiento de la vida humana, debido a que este último incluye “el cuerpo, la sexualidad y todas las implicaciones de procreación y crianza de los hijos; el mantenimiento del hogar con sus tareas domésticas no reconocidas e impagadas; el apoyo emocional; y la producción de conocimiento”, según Ritzer. Así fue como las mujeres vieron limitadas sus áreas de actividad y después desplazaron las cercas para ingresar en los más diversos ámbitos laborales y hasta conductuales, así funcionó el feminismo primigenio.

Eva deja de ser costilla
Había entonces una enorme fuerza de grupo que impulsaba cambios sociales y luchaba, con toda la implicación bélica consecuente, contra un totalitarismo masculino que ejercía una práctica de dominación que desconocía la parte subjetiva de sus subordinadas. En este proceso surgieron escuelas, publicaciones, expresiones culturales y todo tipo de manifestaciones artísticas producto del movimiento feminista y que a su vez hicieron palpable una serie de modificaciones en los esquemas de pensamiento y en la realidad concreta y objetiva. Los caminos se multiplicaron y algunas de las consecuencias fueron laberínticas avenidas donde los muros están teñidos de rencor y las salidas son lo ahora conocido como hembrismo, y que termina siendo una postura prepotente y discriminatoria contra el sexo masculino y que por ende, parcializa la visión de lo femenino.

La ideología esgrimida por los grupos feministas, como todas las ideologías, nunca fue, para tranquilidad de aquellos que tememos la fijeza y el mutismo, “monolítica e impermeable”; los sujetos que componían estas asociaciones, a su vez tenían historias particulares y propagaron una multiplicidad de ideas en cualquier tipo de terreno. El colectivo, que en momentos específicos resulta la inteligencia más brillante, la más clara y la que además puede actuar de manera inmediata, se fragmentó y tal comunidad dejó de ser generadora de conocimiento.

Sabemos que actualmente hay quien aún ve al feminismo como una lucha, un encuentro cuasi bélico de mujeres contra hombres, como una cuestión de competencia, y sobre esa base se fundan desencuentros que han mermado la posibilidad de asociación positiva con la que puedan edificarse nuevas realidades donde el lenguaje sea el espacio de convivencia y crecimiento de sociedades en las que la exploración y su valor fundamental, radique en la búsqueda de igualdad de oportunidades y espacios abiertos a la participación.

Eva cambió la señal
En una conferencia en los noventa, Martha Lamas instaba a los estudiantes de antropología a verse no como iguales, sino como identidades en movimiento, y en particular, hablaba a las mujeres de la ausencia de conflicto al reconocerse hambrienta de una relación con otro individuo sexualmente atractivo con quien compartir noches e ideas, palpitaciones y proyectos, sin conflicto de intereses porque la relación de poder se establecería desde la integración de las diferencias.

A partir de estas reflexiones podemos pensar en la opción de superar el debate biológico de superioridad o inferioridad y sumergirnos en la búsqueda de nuestras características femeninas, que además de las físicas, por demás deseables y atractivas, y que pueden llevar a los amantes a nombrarnos imán, piel, labios o curvaturas, y hacerlos soñar y rozar en la penumbra de nuestra ausencia el aroma que emanamos, confluyen en una riquísima diversidad de pensamientos y expresiones de las naturalezas más heterogéneas.

Es entonces cuando la invención del mundo material empieza a poblarse de posibilidades porque somos sujetos de cambio, generadores de transformaciones de conciencias que se ven materializadas por medio de un largo proceso de emisión de mensajes plásticos en el más amplio sentido del término. Una de las actividades a las que voluntariamente nos adherimos, por ejemplo, es a la de ser madres, donde entregamos cada uno de nuestros componentes sin conflicto de intereses, y es precisamente ahí donde la responsabilidad se evidencia de una manera clara, pues el número de vueltas a la cocina, a la tienda, a la cuna o al dormitorio, marca una trayectoria de preferencias que muestra a los niños una manera de apropiarse del mundo y plantarse en él para recorrerlo.

Hablar de mujer implica siempre hablar de hombre, y adquirir una identidad, más allá de la aportada por la carga genética, pone a trabajar nuestra subjetividad para contrastarla con las circunstancias y así lograr una construcción simbólica donde se combina la maternidad, el pensamiento y sus circunvoluciones, las actividades cotidianas (remuneradas o no remuneradas) con la entrega sexual y el deseo contenido y expresado, para construirnos como mujeres de este milenio, portadoras de todos los anteriores.

Porque no deseamos una “victoria a expensas de la realidad”, como un nuevo totalitarismo femenino, donde siga interminable el enfrentamiento entre la razón y el pecho, en términos de Sor Juana, sino la oportunidad de construir, cuerpo a cuerpo, una realidad de necesidades materiales, sexuales y emocionales donde el otro y nosotros seamos capaces de compartirlas y buscar posibilidades de existencia.

Subtítulos tomados de la canción Eva, de Silvio Rodríguez.

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