junio 29, 2010

Por ese mundo de penas que me das tú*

Por María Dolores Bolívar

Los síntomas de la Depresión:
* Súbitos cambios de humor y de conducta.
* Baja o nula autoestima.
* Disfuncionalidad cognitiva y social.
* Falta de sueño o insomnio.
* Pérdida de apetito.
* Baja energía o pérdida total de la energía.
* Cansancio aparejado de poca o nula actividad física.
* Soledad y aislamiento.

¿Quién de entre nosotros se atrevería a asegurar que no padece de Depresión, así sea leve o en sus estados iniciales? Sin embargo, la Depresión es un mal que se oculta. Muchos no son capaces de reconocer que la padecen y otros, aún reconociéndolo, la esquivan. La Depresión ha sido equívocamente asociada con mujeres o con personas de nivel socioeconómico elevado, cuando en verdad las cifras muestran que este mal aqueja a un 80 por ciento de personas que también padecen pobreza o marginación. La Depresión no es sólo un mal individual, es asimismo un mal social y de impacto mundial. En su extremo más sórdido, ha comenzado a deslizarse por el espectro de las edades hacia la juventud y la adolescencia. Aún en la edad de las ilusiones, la Depresión comienza a hacer estragos, en particular entre aquellos que tienen poco acceso a las oportunidades educativas y laborales.

Prestado ni a Dios, Regalado ni al Diablo
La mansión de Winchester está localizada en San José, California. Por fuera, nos hace padecer el espejismo de las mansiones victorianas; suntuosas, coloridas, parchadas de estéticas y lujos que uno no puede pasar sin ver. En su interior el mundo se complica; pequeños escalones, puertas condenadas, oscuros pasillos, relojes detenidos, espejos que hablan de una realidad cuajada de miedos. 160 cuartos, 10 mil ventanas, 2 mil puertas, 52 tragaluces, 47 chimeneas, 40 escaleras, 6 cocinas y 3 elevadores conforman ese increíble enigma que se forjó a golpe de martillo, a lo largo de décadas. Sarah Pardee, o Sarah Winchester era su dueña diminuta (4 pies con diez pulgadas o 1.47 metros de altura). Alguna vez considerada hermosa, encantadora e inteligente, Sarah se quedó completamente sola en 1881, a la muerte de su marido, William Wirt Winchester ―quien contrajo tuberculosis, la enfermedad que el diecinueve llevó repetitivamente a la literatura―. Su única hija, Annie, había muerto de marasmo ―mal también distintivo del siglo―. Sarah, purgó la que ella misma creyó ser la condena de la familia Winchester, fundadora de la compañía de rifles que diezmó al Oeste y desangró al Sur de Estados Unidos. La señora Pardee o Winchester tuvo abundancia de dinero y excentricidades, pero la culpa la llevó a vivir en permanente diálogo con los muertos… igualitito que si estuviese, ella misma, muerta.

La fortuna heredada por Sarah ascendía a 20 millones de dólares, lo que le daba una suma aproximada de mil dólares diarios, cantidad elevadísima al cierre del siglo por el que Sarah transitó dándose a sí misma la misión de aplacar a los espíritus enfurecidos por los estragos causados al mundo por los rifles Winchester. Convencida de ser la víctima de una maldición, Sarah vivió recluida en su laberíntica mansión/prisión, sin permitir a nadie verla ―aún a sus sirvientes, a quienes imponía una infranqueable distancia―. Obsesionada con hablar con los muertos, en sesiones mediante las cuales se dio a sí misma la tarea de purgar los males de su tiempo, hizo construir su mansión sin parar, pues creía que el ruido de martillos, picos y palas ahuyentaría a las ánimas que la asediaban.

El romanticismo ―tónica y estilo del siglo de Sarah― patentó el rostro de la Depresión. En contraste con la violenta muerte que diezmó al Oeste a bala, puñal o flecha, la muerte de Sarah agregó a la tipificación de la morbidez de época, la tristeza, la incomprensión, la soledad y el olvido.

Porque es áspera y fea
Juana de Ibarbourou fue una escritora uruguaya extraordinaria, cuyos talentos resaltaron aún más por tratarse de una mujer escritora, en un mundo que rara vez las reconoce. Pero aunque se destacó entre los suyos a los cuarenta años e hizo historia siendo leída y reconocida al punto de otorgársele el título de Juana de América (mismo que obtuvo más por su belleza que por sus talentos), murió encerrada en su casa, oculta del mundo que la relegó en el olvido. Muchas, antecesoras o contemporáneas de Juana murieron jóvenes y por propia mano. Dolores Ventimilla de Galindo (1830-1857), Alfonsina Storni (1892-1938) y Alejandra Pizarnik (1936-1972) por dar solamente tres ejemplos.

La vida y la obra de Ibarbourou se vieron afectadas por los hombres que la rodearon. Un marido abusivo ―Lucas de Ibarbourou―; un amor imposible, veinte años mayor que ella; un hijo ambicioso, a quien dio el nombre de Julio César. Aquella que imaginara su travesía hacia la muerte como un desafío dirigido a Caronte ―“en tu barca seré como un escándalo”― conoció la amarga existencia de La Higuera ―porque es áspera y fea― apartada del mundo, adicta a la morfina y víctima lamentable de medios intelectuales voraces que a menudo se comportan como mafias exclusivas y excluyentes.

Fumando espero
El fumador evade la realidad. Enciende un cigarrillo, inhala con placer, se inclina hacia atrás y entra, virtud de su imaginación, en algún recuerdo del que echa mano para evadirse de la realidad. Su dependencia del cigarro le impide ver que se envenena poco a poco cada vez que respira esa mezcla mortal de nicotina y tóxicos aleatorios. Fuma para evadirse de aquello que le produce dolor. Fuma para no mirar. A medida en que el tabaco nubla su vista, cierto sentido de bienestar le adormila el dolor que le produce el mundo que le rodea.

La Depresión, o la ausencia de felicidad ―concebida ésta como energía motivadora de vida― es lo que más escasea actualmente en el planeta. La red social que da a los individuos sentido de pertenencia volviéndolos activos y funcionales, ha sido eliminada casi por completo. Las dependencias surgen cual mecanismo autodefensivo. Los que no fuman, beben, consumen drogas, realizan compras compulsivas o experimentan fobias.

En principio el ser humano quiere ser feliz y piensa que serlo se asocia a tener éxito y dinero. Para muchas mujeres la felicidad se traduce en un matrimonio bien avenido, una casa y también dinero. La mayoría de mujeres hablan de una boda aunque en verdad hay muchas que, no obstante estar casadas, confiesan no haber alcanzado la meta de la felicidad. Pocas dirán que aceptarían la felicidad por vía de un hombre que no fuese su esposo. Asociada a la libertad, la independencia, el ingreso, el estado civil, el éxito, la pertenencia, el cariño de amigos y familiares o la acumulación de riquezas… la felicidad es el concepto etéreo que más vidas cobra.

Los antidepresivos sirven para eliminar dolores físicos y anímicos. La Depresión viene siempre acompañada de neuralgias, crisis de estrés, dolencias de orden psicosomático. Los tricíclicos buscan eliminar esos males crónicos, además de controlar la Depresión o la Ansiedad. La dependencia de los antidepresivos se ha vuelto una amenaza latente para millones de personas. Anna Nicole Smith y Heath Ledger murieron a causa de una sobredosis de medicamentos recetados contra la ansiedad y la Depresión. Pero el caso más sonado, el que más intriga, es el de Michael Jackson, quien consumía simultáneamente y bajo la supuesta vigilancia de un doctor, 8 medicamentos de distribución estrictamente vigilada ―Demerol, Dilaludid, Vicodin, Xanax, Soma, Zoloft, Paxil y Prilosec― y cuyos efectos adictivos lo llevaron a la muerte. Por sí solas, cada una de las sustancias recetadas a Jackson en increíbles dosis, lo habrían podido llevar a la muerte. La pregunta que se nos queda es si no habría otro camino para el artista pop que aquel cocktail de drogas de escape.

En el sitial del diálogo, violencia
El 16 de abril de 2007, en lunes, el joven Seung-Hui Cho se preparó con precisión aritmética y salió al campus universitario de Virginia Tech a matar a 32 personas. Sus acciones mortíferas cimbraron no solamente al apacible poblado de Blacksburg, Virginia ―donde estudiaba Inglés con la esperanza de convertirse en escritor― sino al mundo entero. Cho, de origen coreano, había sido diagnosticado con desórdenes de ansiedad y estrés y había recibido terapia y apoyo en sus años formativos. Nada, sin embargo, a los ojos de su hermana, egresada de una destacada universidad norteamericana, habría podido prepararla para un giro como ése.

A pesar de las pistas que indicaban tendencia a una personalidad compulsiva, nada habría alertado a las autoridades universitarias para evitar los sangrientos acontecimientos. Para muchos, las leyes que protegen las garantías individuales fueron responsables de que Cho, afectado de estrés y Depresión severas, tuviese acceso a las armas de las que dispuso aquella mañana; pasase inadvertido, pese a los signos que alertaron a algunos de sus profesores; se mantuviese en grado tal de aislamiento, al punto de que su personalidad sufriese al interior del medio educativo ―del que se espera lo contrario― mayor deterioro hacia los extremos que produjeron el lamentable desenlace.

Algunos piensan que el lunes es un día más desolador que otros; en él perciben un silencio inusualmente sepulcral, o notoriamente más opresor. En la reflexión del comenzar, al inicio de cada semana, creen percibir algunos de los elementos anímicos que llevan al individuo a la toma de medidas extremas. Un lunes de enero de 1979 la joven de 17 años Brenda Spencer arremetió a tiros de rifle de alto calibre contra los chicos que entraban a la escuela situada enfrente de su casa. “No me gustan los lunes”, declaró con desparpajo a la prensa la jovencita que hoy encabeza una larga lista de muertes masivas registradas en escuelas, resultado de la Depresión en jóvenes parcialmente abandonados por sus padres. El lunes, desolador rencuentro con la rutina, para muchos, recibe el nombre “lunes triste”. Pero lejos de quedarnos con la simple correlación entre la Depresión y el día lunes, asumir que la vida cotidiana incide en el ánimo al punto de ejercer un poder letal en algunos, resulta urgente.

Detrás de cada gran tragedia
José era alcohólico. Desde que el día despuntaba comenzaba a beber, hilando en una misma narrativa larga, interminable, la ilógica existencia que lo expresaba vía el alcohol. José había perdido la esperanza y bebía para no enfrentarse a sí mismo en esa existencia desoladora que se prolongaba por días y noches que ya no conseguía diferenciar.

Al margen de las cifras ―que son altísimas (una persona de cada cinco o un veinte por ciento de la población) ―, la Depresión se presenta hoy como el mal del milenio. Grave, en sí misma, incide en otras enfermedades y agrava a los pacientes que, sin familia ni incentivo para seguir viviendo, se dejan morir de Cáncer, de SIDA, de Alcoholismo, de Diabetes, de Obesidad. En sus formas extremas ―suicidio, Bipolaridad, Psicopatía― la Depresión está también asociada al conjunto de factores estresantes que tienden a aislar a la persona y volverla frágil, vulnerable. La Depresión es a menudo uno de muchos factores destructivos que aquejan al individuo, junto al Insomnio, el Estrés, el Cansancio, la Disfuncionalidad Afectiva, el Aislamiento, la Soledad.

José no era excepción en su mundo. Junto a él obraba sobre sus compañeros de trabajo el maleficio de una vida sin estabilidad ni éxitos que daba nombre y rostro a la Obesidad, la Anorexia, la Hipocondría, el desequilibrio emocional. En su versión cotidiana cada uno de los actores de aquella trama sufrían dolorosos desajustes… el silencio auto impuesto, la efusividad, la insatisfacción, las riñas intestinas. Ocasionalmente, salían a flote los rencores jamás resueltos, las rivalidades, los odios, la hostilidad mostrándose como si fuera un puñal que se levantase contra el espíritu de aquellos seres emocionalmente en desbalance con su intelectualidad; con el coeficiente emocional a menos cero, en un ambiente de lumbreras y destacados de las distintas profesiones o expresiones artísticas.

José se ahorcó. Decidió que su vida no valía ya nada ni para él ni para nadie. En su atropellada decisión, tuvo tiempo de actuar de manera calculada, paso a paso. Eligió el día de su retorno al trabajo luego de un período de descanso; dejó una nota escrita en donde hablaba sobradamente de su insatisfacción. Se alejó de todos y de todo, externando con elocuente silencio cuánto se despreciaba a sí mismo en aquel papel que le impuso una cadena de fracasos, varios reinicios, la certeza que la edad comenzaba a revelarle respecto del futuro al que comenzaba a pisarle los talones.

Cifras que hablan
Una de cada siete personas en Estados Unidos padece de Depresión, cifra que nos lanza un número de 44 millones de personas (National Health and Nutrition Examination Survey).

La edad en la que comienza a diagnosticarse “Depresión” en Estados Unidos es, en la actualidad, los doce años.

La Depresión afecta todas las áreas de la vida de un país, apareciendo entre las tres primeras causas de ausentismo laboral, renuncia, fracaso profesional, muerte prematura, suicidio, disfuncionalidad social. El 80 por ciento de las personas que reportaron padecer Depresión también dijeron padecer disfuncionalidad en el medio laboral o en su vida familiar.

Asociada con muchas psicopatías, la Depresión crónica influye en la criminalidad, la violencia urbana, las afectaciones compulsivas y el rampante aumento de otras condiciones médicas como la Obesidad, la Anorexia, la Bulimia o las afectaciones cardiopulmonares. La Depresión está también asociada a las psicodependencias afectivas, el abuso de drogas, el abuso de alcohol y otras compulsiones. La mayoría de personas afectadas de Depresión jamás reciben atención médica o asesoría psicológica.

Se calcula que menos de un treinta por ciento de las personas afectadas de Depresión reciben atención médica. Considerando toda la población afectada de Depresión, solamente un 39 por ciento de personas diagnosticadas con Depresión severa reportan someterse a tratamiento psicológico. Aunque la Depresión es un malestar crónico, tratable, la mayoría de personas la padecen en silencio y jamás se someten a tratamiento.

*Antigua canción guaraní.

2 comentarios:

  1. Me encantó este artículo, mi cabeza funciona así y lo entiende perfectamente, lleno de datos, anecdotas y comentarios personales... Gracias Maria Dolores.

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  2. Normalmente me encantan los artículos que aquí se publican. Este artículo en general es bueno, pero no estoy muy de acuerdo que la despresión crónica asociada a psicopatías incida en la criminalidad y violencia. Mas bien muchas psicopatías que pueden tener a la depresión como un síntoma pueden incidir en ello. Las personas con depresión crónica como tal pueden sí tener otros padecimientos como la ansiedad y la obsesivo compulsión pero no a tal punto.
    Hoy día existen entre los antidepresivos y estabilizadores del ánimo muchas opciones que no causan dependencia alguna como sucedía en otros tiempos, actualmente es solo una falacia. Lamentablemente si realizamos artículos basandonos en textos no muy actuales o sin documentarnos completamente se sigue difundiendo esta falsa información.

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