julio 05, 2010

Pandora o la Niña Mal

Por Cristina Hernández Magaña

Pandora fue la primera mujer, según la Mitología Griega. Con ella Zeus pretendía castigar a Perseo, ya que había robado a Helios el secreto del fuego y se lo había entregado a los hombres. Zeus le pidió a los otros dioses que colaboraran en la manufactura de Pandora así que la hicieron bella, fuerte, inteligente, curiosa, elegante, suspicaz y coqueta, de esta manera cualquier hombre podría enamorarse de ella, sin embargo también la hicieron curiosa y engañosa (no todo podía ser perfecto). Perseo alertó a su hermano Epimeteo de que no aceptara regalos de los dioses, sin embargo, al ver a Pandora, Epimeteo se enamoró de ella y decidió desposarla. Zeus le dio a Pandora, como regalo de bodas, un ánfora cerrada y la hizo prometer que no la abriría, Pandora como mujer curiosa y rebelde, la destapó y de ella salieron todas las desgracias del Mundo: la guerra, el odio, la tristeza, la envidia y la muerte, entonces Pandora se asustó y cerró la caja dejando dentro la esperanza. Curioso es que la esperanza fuera considerada por los griegos una desgracia. De ahí procede el dicho de que la esperanza es lo último que se pierde.

Pandora fue curiosa y desobediente, parece ser una mujer que se pregunta qué hay mas allá, su hambre de conocimiento rebasa los límites, es tan rebelde e imprudente que se le califica como una mujer mala; el silencio y el sometimiento no parecen ser características de esta mujer que sirve a la mitología como “chivo expiatorio”. Pandora da fundamento a la creencia de que las mujeres somos las culpables de todos los males de este mundo.

Pandora en la actualidad sería una malvada, una mala influencia para las “niñas bien” las cuales cumplen al dedillo lo que se espera de ellas, tienen metas en esta vida que van acorde con el consumismo, la belleza plástica y las expectativas sociales de “DEBES de tener”: Ya sea “un buen marido que te valore”, “unos buenos hijos”, inclusive “un buen empleo”, “una buena casa” o una carrera profesional.

“Tu problema es que no sabes obedecer”, cuántas veces durante mi vida he escuchado esa frase, “Tienes problemas con la autoridad”, “Deberías aprender a quedarte callada”. Desde mi infancia escuché que debía obedecer, ser una niña buena y sumisa, más de una vez mi madre me dio una bofetada por no “saber callarme”. Recuerdo en particular una maestra de bachillerato que me amenazó con reprobarme si no la obedecía y me quedaba sin participar en sus clases porque la ponía en aprietos. El único novio considerado un “buen partido” que tuve en la adolescencia me condicionó su amor a cambio de mi obediencia a sus creencias religiosas. No sé obedecer, no hice nunca nada de lo anterior y perdí novio, escuela, la admiración de mi familia y mis amigos a quienes escuchaba decir que “tiraba mi futuro a la basura”; a cambio, gané libertad de acción y de pensamiento, libertad que es hasta hoy mi bien más preciado. Al igual que Pandora, mi gusto por el conocimiento me ha llevado mas lejos, me ha enseñado que no es en las aulas donde más se aprende, no es guardando silencio como mejor voy a conocer mi entorno y a los que me rodean, sometiéndome a la opinión de una pareja, unos padres, un jefe o unos maestros quizá obtenga un titulo, dinero o amor, pero para mí, la libertad no tiene precio, elegí libremente la vida que llevo hoy como madre y esposa. A pesar de ser considerada “ama de casa”, no asumo culpas ajenas, no me someto en silencio, no obedezco a nadie que no sea la voz de mi corazón y cuestiono frecuentemente todo lo que me rodea.

La Ciencia tiene su base en la curiosidad y las mujeres somos científicas por naturaleza. Los hogares son laboratorios de alquimia donde ocurren los más variados experimentos dirigidos por las mujeres. Las cocinas, la bolsa de cosméticos, los dormitorios y los hijos son nuestras cajas de Pandora donde salen los secretos ancestrales guardados en lo más recóndito de nuestra alma y el hecho de que dichos secretos sean bendiciones o maldiciones depende de la actitud del observador. No pongo en duda el que las mujeres seamos responsables de muchos males que aquejan a la humanidad pero también somos responsables de la gran mayoría de los bienes, en especial estas “niñas mal” que somos líderes, que no nos aferramos a los límites establecidos y que buscamos nuevas rutas para resolver los conflictos.

La atracción que encuentran los hombres en las mujeres “malas”, va de la mano de la culpa que produce dicha atracción. Si las “niñas mal” son culpables, el sentirse atraído por estas también lo convirte en un mal hombre o en dado caso en un pelele manipulado y victimado por la malvada vampiresa que sólo se aprovecha del incauto e ingenuo. Y muy a pesar de esta primicia, los barones invariablemente se sienten atraídos por las feme fatale que despiertan envidia y miedo, atracción y culpa, seducir a una de estas mujeres es casi considerado un triunfo sobre el mal; es difícil relacionarse sanamente en una sociedad donde eres juzgada como “mala”.

Ser una malvada no es fácil y si tú te consideras una, debes crear tus propias normas, es necesario desprenderse de la culpa que te persigue en cada decisión que tomas, aceptarte y amarte como un ser curioso, independiente, responsable y por qué no, reconocerte como alguien inteligente. Todos estos calificativos serán criticados, puestos a prueba y cuestionados frecuentemente, aparentemente existe una regla en nuestra sociedad y esta es que “nadie que vaya en contra de las reglas establecidas puede ser feliz”, pero para ser congruente conmigo misma tampoco esta regla obedezco.

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