mayo 14, 2010

Amantes=Parches pa´que no truene la burbuja de la ilusion conyugal

Por Karini Apodaca
Lo primero que supe de él fue por mi madre, que llegó un día toda emocionada y me dijo: “Los hijos del Señor Vázquez están guapísimos”. Yo, con mi cara de típica dieciochoañera apática, pregunté “¿Quién es el señor Vázquez?” Mi madre me respondió, “el nuevo socio de tu tío. Sus hijos van a estar trabajando en el taller de joyería, porque quiere que aprendan el oficio”.
Mis primos también trabajaban en el taller, así que después de mucho pensarle y hacer números, decidí entrarle yo también a la fiebre joyera.
La primera vez que lo vi me molestó la cara de alucinado que puso, y de ahí en adelante, traté de no coincidir en horarios con los hijos del Señor Vázquez.
Una tarde, deprimida, lamentaba con mi prima Briguitte mi nula vida romántica: todas tenían novio menos yo. Mi prima, que para asuntos de celestina se pintaba sola, me comentó cómo Carlos, el hijo menor del Señor Vázquez, no dejaba de mirarme. Así que cual nalga voladora fui directo al taller, donde se encontraba el susodicho. Con aires de femme fatale le pregunté “¿estás solo?” Senda idiota, porque era obvio que estaba solo. Él, con cara de “a ésta se le zafó un tornillo”, miró a su alrededor y contestó afirmativamente con la cabeza.
Desde ese día platicamos todas las tardes; así que cuando inició nuestro noviazgo, todos los que participábamos en el taller estaban felices y emocionados; éramos algo así como Lady Di y el príncipe Carlos cuando anunciaron su boda.
Malamente ambos somos bastante orgullosos y, antes de llegar al mes, terminamos; luego volvimos, luego terminamos, y así, como ping pong profesional, tiro tras tiro, viendo quién hacía el mejor saque.
Nos dejamos de ver por dos años; él me llamó después de una Navidad y nos reunimos para tomar un café. Sentimos la misma emoción que vivimos diez años atrás cuando nos conocimos, así que retomamos nuestro gusto por vernos, aunque con menos frecuencia que antes, y de ahí al brinco de amarnos no fue más que la consecuencia lógica.
Hicimos muchos planes, todo era cuestión de darle tiempo a las cosas para terminar viviendo juntos.
Y hubiéramos seguido jugando a nuestro reino en las nubes, de no ser porque una noche con cara de angustia me confesó que me había sido infiel. Yo me retiré lentamente aún en shock. Después de todo fue él quien por iniciativa propia me había prometido no tener sexo con su esposa.
Me quedé helada, yo acababa de separarme de mi esposo y mudarme de casa, donde, cuando no estaban mis hijos, él pasaba casi la noche completa de los sábados.
Enojada, le pregunté por qué me lo había dicho, por qué prometió algo que no podía cumplir. Le pedí que se marchara, le dije que si me había sido infiel con su esposa debió callarse y no decírmelo, debió cargar solo el peso de su promesa rota y no esperar la absolución confesándomelo.
Al día siguiente, ya más tranquilos, hablamos. Ahí fue cuando me enteré que por ser una mujer muy independiente y no necesitar que un hombre viva conmigo, sus planes eran tener esta doble vida sin límite de tiempo.
En media hora caí de mi trono de reina ―porque así me sentía― la muy bruta juraba que si él prefería estar conmigo era porque al final de la partida yo había ganado sobre su esposa. Las palabras de Norma sonaron en mi cabeza: “no te emociones mucho, los hombres nunca dejan a sus esposas”.
Odié todo el tiempo que le dediqué, odié haber sido tan romántica, odié no reconocer desde el principio que una nalga nunca deja de ser una nalga, por mucho esfuerzo que una ponga.
Hay quien puede conformarse con tener el cuerpo en un lugar y el corazón en otro. Hay quien se conforma también con tener el cuerpo pero no el corazón del amado. Yo descubrí que no tenía esa capacidad, así que por mucho que me buscó nunca más volví a verlo. No me gustó ser “mujer de clóset”. La idea de que las amantes reciben sólo lo mejor, al menos en mi caso, puedo decir que no es cierto, a la amante le toca ser ese ser “perfecto” que vive el noventa por ciento de su tiempo añorando, entendiendo y esperando. Un amante es únicamente un parche que impide que truene la burbuja de la falsa felicidad conyugal.
Pero eso no quiere decir que lamente mi decisión de terminar mi matrimonio, lo dije hace tiempo y lo digo hoy: mi ex esposo tenía el derecho de ser amado, amor que yo ya no sentía por él. Amor que yo tampoco sentí de su parte.

6 comentarios:

  1. "Odio por encima de todo la mentira", dijo Amalia a su amiga; pero cuando el amante le confesó que él habia sido infiel en un acto de sinceridad, ella lo repudió por hablar con la verdad. Su amiga la miró y le preguntó, "¡no que odibas la mentira por encima de todo; él te ha dicho la verdad y te encabronas, no lo comprendo".
    Amalia la miró y respondió: "Nadie miente hasta que alguien lo descubre; ¿que necesidad tenía de hacer obvio lo que la mente desea ocultar?

    ResponderEliminar
  2. "En el pecado va la penitencia" reza un dicho, creo que quien sabe que cometio un error, debe cargar con su culpa el solo y no tratar de aminorar sus demonios, esperando una reivindicacion en un acto de contriccion, donde no hay un Dios que perdone, sino el ser que solo el sabe le fallo.
    Mi madre me dijo el otro dia: Solo es infiel, el que reconoce serlo... Sabia mi madre.

    ResponderEliminar
  3. ¿Será que el infiel espera ser descubierto, saberse expuesto al mínimo error le excita tanto como lo prohibido?

    ResponderEliminar
  4. Aprovecho para felicitarlas por su revista electrónica, con música de fondo y todo... artículos a cual más de interesantes en fondo y forma, que ya iré leyendo con calma y deleite. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  5. Me gusto mucho...

    es un hecho que muchos pasamos por esta situacion....

    depende hasta donde nos queramos mas que a la persona que nos ofrece un amor a medias....

    ResponderEliminar
  6. Una amiga me dijo un día que para ser amante se necesita tener vocación... para comenzar, no debe enamorarse de su(s) pareja(s), debe cultivar y gustarle el arte del amor y gozar con lo que él le da, tanto material como de atención y cariño; y no debe esperar que él se divorcie de su esposa.

    ResponderEliminar