mayo 14, 2010

Medias negras

Por Óscar Garduño Nájera
Un día extraviaste tus medias negras, y después de mucho buscar por todo el cuarto de hotel, apagamos la luz e hicimos el amor. Lloré entonces sin saber bien a bien el motivo. Tú dijiste que era un “tontito”, que nunca te ibas a ir de mi lado a menos que yo así lo deseara; más tarde me pediste un abrazo.
Amaneció y los dos gateamos dando círculos sobre la alfombra. Volviste a preguntar por tus medias negras y nuevamente las busqué, mientras tú abrías la regadera dentro del baño. Querías estar a solas unos cuantos minutos.
Busqué y busqué y las malditas medias negras no aparecieron. Aunque, para ser sinceros, ya de nada servirían: las habíamos dejado hechas trizas la noche anterior, justo cuando te paraste encima de mí y metí mis manos por debajo de tu falda a cuadros.
El sonido del agua era un murmullo que se extendía por el cuarto. Repentinamente sonó tu teléfono celular; luego se hizo un silencio de timbre apagado, y luego sonó otra vez el timbre, insistente, molesto. Creo que quise gritar desde la cama: “tu celular está sonando”, eso sólo lo creo, porque la verdad fue que contesté.
Silencio al otro lado de la línea. Silencio en el cuarto de hotel. Hice una pregunta. Silencio. Luego la voz grave de un hombre preguntó por ti y tuve la paciencia para decirle que te estabas bañando.
Colgó.
Saliste, con el cabello mojado, sonreías.
Algo de repente se quebró esa mañana entre los dos. Secabas tu cuerpo; todavía con la toalla alrededor de la cintura te subiste a la cama y me pediste que hiciéramos otra vez el amor antes de irnos.
Nuestras imágenes parecían posar en el espejo cuando empecé a llorar de nuevo. Sonó otra vez tu celular. “No voy a contestar”, dijiste, “tú eres más importante”. Luego lloré dentro del baño, sentado en la taza, bajo el agua de la regadera, mientras te escuché susurrar que estabas en casa, que se te había hecho tarde para la cita, que había contestado un primo…
Bajo la regadera.
Supongo que la vida se va más rápido de lo que pensamos luego de que algo se quiebra dentro de nosotros; es decir, cierras los ojos y al abrirlos eres otro, pero una parte de aquello que fuiste se fue, quedó atrás, justo cuando algo se hizo trizas dentro de ti, cuando no pudiste contener el aliento y las circunstancias adversas te sublevaron.
Y también supongo que existen remolinos que juegan con nosotros, que nos chupan dentro de enormes espirales, y un buen día no sabemos cómo salir. Pensamos que todo va a estar bien cuando en realidad no es cierto: algo que se quebró, algo que es irremplazable, y a partir de ahí andamos incompletos.
Un chorro de agua sobre mi rostro y mis lágrimas. Recargado en los azulejos del baño me dejé caer y ahí me quedé durante algunos minutos. Tú preguntaste si todavía iba a tardar mucho: se te hacía tarde para ir a una reunión con tus familiares. Te contesté que no mordiendo mis labios, apretándolos para contener las palabras. Salí y te pedí estar a solas. “Pero si acabas de estar solo en el baño”, dijiste. Tras mucho insistir, subiste tu falda a cuadros, abotonaste tu blusa negra y escapaste del cuarto de hotel, no sin antes gritarme que me estaba volviendoloco y que luego me llamarías por teléfono.
De vez en cuando sacó lo que queda de las medias, las extiendo sobre la cama y algunas veces lloro mientras las abrazo. A partir de ahora ignoro qué sucederá conmigo y la verdad no me interesa saberlo: hablo con pedazos de unas medias negras y ellas me responden. Después de todo, quién sabe, quizás vuelva a comenzar.

4 comentarios:

  1. Como siempre un placer leerte

    suerte en este nuevo proyecto


    Zita

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  2. muy buen trabajo...reflejas los laberintos de la pasión...tan extraordinariamente sensual¡¡¡

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  3. Es un relato tan real que hasta parece ficción, creo que a más de uno nos ha pasado

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  4. Es un relato tan real que hasta parece ficción, creo que a más de uno nos ha pasado

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