mayo 14, 2010

Infidelidades de un poeta


Introducción y selección de texto, Magali Tercero
El poeta francés Francis Ponge hizo de “las cosas” su tema principal. Al grado de plantear, en su diario literario de 1947, numerosas reflexiones sobre el escaso respeto que le merecían las ideas. Puede decirse, pues, que fue un hombre infiel a sus ideas, como lo comprueban estos párrafos escritos entre diciembre de 1946 y febrero de aquél año. Nacido en Montpellier el 27 de marzo de 1899, falleció en Bar-sur-Loup el 6 de agosto de 1988. Fue miembro del movimiento surrealista y del Partido Comunista. Es considerado como uno de los escritores más interesantes de la posguerra. Su libro más conocido es “El partido de las cosas”.

Del Diario de Francis Ponge:
“Sin duda que no soy muy inteligente: en todo caso, las ideas no son mi fuerte. Siempre he sido decepcionado por ellas. Las opiniones mejor fundadas, los sistemas filosóficos más armoniosos (los mejor construidos) siempre me parecieron absolutamente frágiles, me causaron desasosiego, melancolía, una penosa sensación de inconsistencia. Me siento menos seguro que nadie de las posiciones que puedo llegar a pronunciar durante una discusión. Las que se me oponen me parecen casi siempre igualmente válidas; digamos, para ser exacto: ni más ni menos válidas. Me convencen, me desarman fácilmente. Y cuando digo que me convencen, quiero decir, antes que de una verdad, por lo menos de la fragilidad de mi propia opinión. Y además, el valor de las ideas se me presenta la mayoría de las veces en proporción inversa al ardor empleado para sostenerlas. El tono de la convicción (e incluso de la sinceridad) se adopta, según creo, tanto para convencerse uno mismo como para convencer al interlocutor, y más aún quizás para reemplazar la convicción. De alguna manera, para reemplazar la verdad ausente de las proposiciones sostenidas. Eso es lo que siento muy profundamente. De modo que las ideas como ideas se me presentan como aquello de lo que menos soy capaz, y casi no me interesan. Me dirán sin duda que eso también es una idea (una opinión)… pero las ideas, las opiniones, me parece que son gobernadas en cada uno por algo muy distinto al libre albedrío o al juicio. Nada me parece más subjetivo, más epifenómico. Apenas puedo entender que alguien se vanaglorie de ellas. Me parecería insoportable que se pretendiera imponerlas. Procurar que la propia opinión sea objetivamente, o de manera absoluta, me parece tan absurdo como afirmar por ejemplo que los cabellos rubios rizados son más verdaderos que los cabellos negros lacios, el canto del ruiseñor más cercano a la verdad que el relincho del caballo.”

“[…] Ocurre algo un tanto diferente con lo que llamaré las constataciones; o si se quiere, las ideas experimentales. Siempre me pareció deseable que nos entendiéramos, si no en torno a opiniones, al menos acerca de hechos bien establecidos, y si esto todavía resulta demasiado pretencioso, al menos acerca de algunas definiciones sólidas.”

“Tal vez era natural que con tales disposiciones (disgusto por las ideas, gusto por las definiciones) me dedicara al inventario y a la definición en primer lugar de los objetos del mundo exterior, y entre ellos de los que constituyen el universo familiar de los hombres de nuestra sociedad en nuestra época. [….] Si las ideas me decepcionan, no me dan su beneplácito, es porque yo les doy demasiado fácilmente el mío al ver que lo solicitan, estando hechas sólo para eso. Las ideas me piden mi consentimiento, lo exigen y me resulta demasiado natural dárselo: ese don, ese acuerdo, no me causa ningún placer, más bien cierto desasosiego, cierta náusea. Los objetos, los paisajes, los acontecimientos, las personas del mundo exterior, me brindan por el contrario mucho beneplácito. Atraen mi convicción. Por el solo hecho de que no lo necesitan en absoluto. […] La variedad de las cosas es lo que en realidad me construye. Mi razón de ser, si es preciso que yo exista a partir de ella, sólo podrá ser mediante una determinada creación de mi parte acerca de ella. ¿Qué creación? El texto. [Una obra de arte] Ésa es otra realidad, otro mundo exterior, que también me brinda más beneplácito porque no solicita el mío (costado escandaloso, provocativo de las novedades artísticas).”

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